Una hora de intensas miradas, cortejos que iban y venían mientras tomaba la copa número cinco con un tabaco sujeto entre sus limpidos y delgados dedos. Aquel hombre de cabello negro y ojos azules se levantó de repente mirando en dirección opuesta a la suya, si..., aquellos muslos eran una vil tentación, tenía un hambre desquiciada, perdería el control antes de tiempo.
Siguió sus pasos al verle salir del bar, la copa y un billete quedaron plasmados sobre la mesa mientras la colilla finalizaba en el suelo y aplastada por su calzado. Cuando salió a la calle, miró en todas las direcciones pero aquel hombre de ojos azules ya no estaba. Mejor volver a casa, masturbarse un rato y olvidarle luego del placer estallado en líquido.
Dobló en la esquina manteniendo los pensamientos perversos de una soledad que se tornaba insaciable y al hacerlo se encontró con lo que su imaginación anhelaba; cabello negro, piel blanca y esos ojos inolvidables. Era hora de perder la cabeza.
Sin palabras sus cuerpos se estrecharon y la pared tocó en frío, paso a paso mientras su camisa llegaba hasta sus muslos, muslos que ahora eran apretados por esas manos grandes y deseosas de fuego camal - shhh...- aspiró el aroma de su piel y mientras los minutos pasaban sus cuerpos se unían de forma perversa, morbosa, el control se perdió para siempre desde esa misma noche en adelante.
Siguió sus pasos al verle salir del bar, la copa y un billete quedaron plasmados sobre la mesa mientras la colilla finalizaba en el suelo y aplastada por su calzado. Cuando salió a la calle, miró en todas las direcciones pero aquel hombre de ojos azules ya no estaba. Mejor volver a casa, masturbarse un rato y olvidarle luego del placer estallado en líquido.
Dobló en la esquina manteniendo los pensamientos perversos de una soledad que se tornaba insaciable y al hacerlo se encontró con lo que su imaginación anhelaba; cabello negro, piel blanca y esos ojos inolvidables. Era hora de perder la cabeza.
Sin palabras sus cuerpos se estrecharon y la pared tocó en frío, paso a paso mientras su camisa llegaba hasta sus muslos, muslos que ahora eran apretados por esas manos grandes y deseosas de fuego camal - shhh...- aspiró el aroma de su piel y mientras los minutos pasaban sus cuerpos se unían de forma perversa, morbosa, el control se perdió para siempre desde esa misma noche en adelante.
Rossiel Black Dark
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