Amor Clandestino~Autor: Rossiel Black


             
           
Amor Clandestino


Se miran el uno al otro con un gesto cómplice; han hecho travesuras que generan mil cosquillas ardientes que se pasean vacilantes por el vientre. Un beso tímido pretende insinuarse sutilmente, esos labios carnosos se mueven por cuenta propia, invitando al otro a que vaya a por ellos.

            Se desean, se devoran con el tacto generoso que la yema de sus dígitos les entrega. Se aman de una manera desenfrenada y simplemente se dedican a disfrutar del silencio. No hace falta palabras que puedan destruir ese momento tan mágico, están enamorados.

            Una noche más, sólo una, y se verían destinados a soltarse de la mano. El mundo se acaba. La vida se acaba. No obstante, ellos se sienten eternos, con el corazón lleno aunque el resto del mundo se oponga.

Son hombres, los dos, han colisionado frente un grupo de humanos que reprochan sus corazones, no respetan el latir apresurado de cada uno pues no debería ser así. ¡Para qué! Si podían apegarse a las reglas generales de la vida y, casarse con una bella doncella de piernas suaves. ¡Pero no! Y mírenlos, ahí están, besándose desesperadamente, revolviéndose como dos vehementes en el lecho húmedo por sus placeres líquidos ya finiquitados, y aún por los que faltan.

No dejarían de amarse, les importaba un reverendo pepino que los escupiesen al rostro por sus elecciones sexuales, lo dicho, estaban enamorados. Y, tenían todo el derecho de ser felices, aún cuando eso tuviese que ser en otra época, en circunstancias disimiles.

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Reto, Diferentes versiones de un mismo cuento.

Nota: y aquí llegué con uno de los tantos finales que tendrá esta fantástica historia que estamos llevando a cabo con las chicas de "El club de las escritoras". Hoy ha sido el único día libre que he tenido en el trabajo, y si no fuera porque Rossiel me mantuvo durante todo el día frente al pc escribiendo no lo hubiese terminado. Espero que les guste mi versión. 
Los capítulos anteriores son: 
Saludos.

*****

Había pasado aproximadamente una semana desde el encuentro desafortunado con aquél ser. Cuando volvió en sí, lo primero que sus ojos encontraron fue el semblante cargado de preocupación de Alex  mientras la mantenía acurrucada entre sus brazos. No pronunció palabra alguna respecto a su trance, se excusó diciendo que su cuerpo exhausto le había jugado una mala pasada, pero que con una noche de descanso todo volvería a la normalidad; y como hubiera deseado que eso fuera cierto, puesto que durante esa noche ni en ninguna de las siguientes pudo conciliar el sueño, a cada momento que intentaba cerrar sus ojos, volvían las escenas de las que fue testigo sin consentimiento, despertando con el corazón agitado y la voz gutural retumbando en sus oídos con la propuesta a flor de labios, haciendo que su mente se debatiera en torno a la decisión que debía de tomar.

Pero las preocupaciones que mantenían absorto  sus pensamientos, no se veían reflejadas en su rostro. Había continuado, como si nada hubiese pasado, con las clases que le estaba impartiendo a Alex sobre el control de sus poderes. Eso sí, después de regalarle un collar con una piedra tallada, le había dicho que era para mantener controlado su poder y de ese modo, ser más preciso a la hora de hacer conjuros; pero en verdad era un amuleto que mantenía la esencia oculta bajo un manto que la hacía parecer insustancial. Era una táctica factible para seres de bajo rango, pero ante aquél ser, sería como intentar esconderlo bajo las sabanas de una cama, irrisorio.
—Hey, Susana, ¿estás bien? —pronunció en ahogado tono cuando se detuvo frente a ella. Mantenía las palmas de sus manos apoyadas en sus rodillas, mientras trataba de recuperar el aliento perdido entre tantas prácticas; su cabello azabache bañado en sudor se apelmazaba sobre su atezado rostro, el cual enmarcaba sus ojos esmeraldas, devoradores.
—Por supuesto —respondió casi automáticamente a su pregunta, desviando su mirada sonrojada hacia un punto indeterminado del suelo. Ese hombre le atraía de una manera desconcertante,  lo cual significaba una espina más en su trasero que cualquier otra cosa, sino fuera por ese estúpido sentimiento que le carcomía el alma, la decisión la hubiese tomado en aquel preciso instante sin sentarse a pensar siquiera dos veces.  Maldita sea, podría haber sido cualquiera, cualquiera menos él
—Desde hace  varios días que has estado actuando de manera sospechosa— comentó  Alex cruzándose de brazos —, ese comportamiento tan amable no es típico de ti, ¿acaso te diste cuenta que soy un ser de bien? —sonrió, haciendo con una de sus manos un gesto de falsa modestia. 
Susana se levantó sobresaltada de la silla en la cual estaba reposando, cerrando el libro que tenía entre sus manos, casi sobre la nariz del hombre. Sus pupilas pardas denotaban enojo, pero no contra él.
—Hasta aquí queda la clase de hoy, estúdiate este libro por completo—depositó  el volumen sobre su diestra, y sin más que agregar, se retiró del lugar. El tiempo comenzaba a agotarse y no continuar dándose el lujo de creer que nada estaba por comenzar.
Jamás, ni en sus más remotos sueños, se había visto como la salvadora del mundo, sino que por el contrario, durante su infancia la humanidad nunca mostró ni un ápice de apego por ella, el destino se había afanado en deshacer cualquier indicio de afecto que pudiera llegar a recibir, en su vida sólo existían las metas, mostrarle a la sociedad que no necesitaba ayuda de nadie para triunfar, y eso significaba que no podía aceptar apoyo ni del mismísimo Diablo.

*****

                Ingresó a su departamento casi arrastrando sus pies por la superficie, como si el cansancio fuera tal que apenas pudiese con  el peso de su propia humanidad. Se hallaba decaído y confuso. Su tranquila vida había dado un vuelco en ciento ochenta grados de un día para otro; pasando de ser un gamberro afamado, cuya única preocupación recaía simplemente en quién sería la próxima víctima de sus abusos; a ser un chico con poderes, el cual necesitaba la ayuda de la mujer que más le aborrecía en el mundo para no morir chamuscado por su energía. Suspiró, desprendiendo por entre sus labios casi por completo el aire de sus pulmones, en tanto, se quitaba la chaqueta que luego fue a dar al respaldo de un sillón aledaño. Las cosas estaban así y no cambiarían, aunque siguiera pensando en ellas. Se dirigió al refrigerador para coger una lata de cerveza helada. Lo mejor era continuar, dedicándose simplemente a descansar y batirse un poco las neuronas entre las páginas del libro.
Detrás del cristal de su ventana, vislumbró cómo la noche junto a su manto estrellado se hacían del firmamento, y en su centro el infaltable astro que con su fulgor argénteo bañaba la ciudad como dedos grises y penumbrosos.  Se acercó hasta posar la yema de sus dedos sobre el alféizar, pero antes de lograr siquiera colmarse de un sentimiento de tranquilidad que le regalaba aquella imagen, una voz áspera tronó en su cabeza. Al comienzo musitaba palabras inentendibles, como si de un idioma arcaico tratase, pero que poco a poco cobraba claridad. Se llevó ambas manos hasta sus oídos, botando de paso la lata cuyo líquido burbujeante se derramó sobre la alfombra, pero con todo y ello, no logró bloquearlo.
—Alex, Alex…— articuló el ente en su cabeza—,  me sorprende que todavía no te acostumbres a esto.
—Y nunca lo haré. Estoy harto de repetirte que no tengo intenciones de ayudarte —dijo, tenía un cosquilleó en el estómago que a cada segundo se intensificaba, un calor ardiente que sólo pronunciaba “temer” del enemigo—. Al parecer tienes un gran problema, ¿no? —pronunció valientemente—, si eres un Demonio tan peligroso como dices ser, ¿porqué no simplemente obligarme? —caminó hasta su habitación. Estaba claro que nadie podía socorrerle, cómo explicarle al resto que su enemigo lo acechaba desde su sapiencia, imposible.
—Jajaja, no te creas con el derecho de hablarme de ese modo— dictó. Y en las entrañas de Alex retumbó la voz gutural.  El jovencito era más ávido de lo que Azrael pensaba, comenzaba a sospechar que no podía simplemente llegar y hacerse de un cuerpo, para todo pacto, se requería que el humano diera la autorización.
—Bien puedes largarte por donde viniste —añadió enfurecido, y al mismo tiempo las piernas eran víctimas de un furtivo temblor.
—Oh, ya veo. Entonces no te molestará que mate a Susana, de todos modos tú la odias, ¿verdad?
Hubo un silencio sobrecogedor. Los pensamientos de Alex brincaban de un extremo al otro; estaba mencionando que tenía cautiva a Susana, ¿pero cómo? Si no había transcurrido tantas horas desde que la vio marcharse a casa, serena. Pero con un demonio metiendo su nariz, podía pasar cualquier cosa.
— ¿Dónde está? ¿Dónde la tienes escondida? —añadió, su voz se perfilaba nerviosa.
Tenía el deber de dejar fuera a Susana, no era justo arrastrarla con él hasta el infierno. Ese asqueroso ente había tenido el descaro de entrometer a terceros. Lo detestaba.
—Con gusto te lo mostraré, aunque desde ya te digo que no respondo por daños posteriores si demoras mucho en aceptar mi propuesta.
Enseguida la visión de Alex se vio interrumpida por acciones ajenas. Una habitación de gules le circundaba; era un lugar sumamente extraño, colmado de dolor. De pronto, frente a él, una figura conocida se antepuso como un cuadro bizarro; Susana amarrada de pies y manos extendida en la pared, se percibía la súplica en sus ojos, y sus labios parecían musitar una nota de socorro explícito, mientras que su cuerpo presentaba variadas laceraciones repartidas.
El corazón se volvió una herida punzante, ni a su peor enemigo le deseaba un castigo de esos. Tragó saliva con aspereza, una amargura colosal se le atascaba en la garganta como si de un momento a otro fuese a echarse a llorar, desconsolado. Cayó de hinojos sobre el suelo de su cuarto, recordando la imagen de Susana torturada a más no poder. Tal y como estaban las cosas, no podría soportar mucho más. Debía salvarla, era su manera de reparar el daño que le hizo durante todos esos años.
Izó la mirada, convencido de que estaba haciendo lo correcto y que no se arrepentiría luego.
—Acepto el trato… pero sólo si la liberas —las lágrimas atentaron con rodar por sus mejillas, estaba exhausto de la presión que Azrael había generado constantemente sobre él, como si le colocasen un dedo incesantemente sobre la herida agradándola cada vez más.
—La dejaré tranquila una vez hayas aceptado desde el fondo de tu corazón. No antes.
Azrael estaba impaciente, no obstante, muy complacido de obtener una fácil victoria; los humanos solían ser una herramienta muy sencilla de manejar. Con simplemente una ilusión podían entregar por completo su alma.
El joven cerró los ojos, en lo que ambas manos se cerraban fuertemente en puño, hasta que la piel de sus nudillos se tornó en una medialuna blanquecina. Sí, estaba convencido a quemarse eternamente en las llamas del infierno puesto que, bien enterado estaba que tendría que hacer cosas inimaginables.
                — Acepto…— fue todo vocablo que alcanzó a desprenderse de entre sus labios antes de que una carcajada estridente se estremeciera por el cuarto.
                — ¡Excelente! Ya sabes el camino que debes de seguir, no te detengas en ningún lugar, ven directamente hacia acá y tu amiguita podrá continuar tranquila con su vida— O con lo que le queda de ella. Continuó con la frase en sus adentros. Una parte de Azrael amaba el corazón de los humanos, más bien, amaba destruirles el corazón poco a poco.
              Alex alcanzó a ver una grácil figura posarse frente al ventanal. Era el gato negro del primer día.
             
              Con todo y con eso, Azrael se reía internamente entre las penumbras del laberinto; lo engañó en todo momento, nunca había raptado a Susana, la fémina estaba de lo más tranquila en su hogar sin un rasguño. Todo había sido parte de una ilusión causada por su imperante poder.

*****

                 El sonido de un libro al cerrarse hizo eco en la estancia desolada, levantando con sus hojas el polvo que solo el tiempo logra acumular. Con esto ya tenía todo lo que requería, y un poco más. Sus labios se curvaron en la sombra de lo que parecía ser una sonrisa, Susana se había preparado durante años para el paso que estaba a punto de dar.
La misma noche en que Alex vendió su alma al demonio, aquella noche de hace dos años atrás, ella fue capaz de observarle a través de su videncia, fue testigo del momento en que él musitó con sus propios labios aquella maldita palabra. Y en ese preciso instante lo supo, comprendió a cabalidad porqué había venido al mundo, la razón para continuar: matarlo. Deshacerse de él y de ese modo sellar todo deje de debilidad que aquel hombre dejo sobre su ser.
La batalla recién comenzaba. 

PREMIO "TU BLOG ES UNO DE MIS FAVORITOS"

Hola. Bueno, nuevamente me paso por aquí a mostrarles otro premio que me dio Dulce del Club de las Escritoras, pero este regalito no es sólo mío, sino que también de Mircea, para ambas está destinado. De verdad estamos muy agradecidas, así que procedo.



Este premio se lo concedemos también a:
Edain
Karuna
Esther Van Castle
Dreik de'Lenfent 
Dolly Gerasol
Aeren
Maritza Hernández
Rocío Encarnación Cruz
PukitChan Shindou
Marcos Dk
Vida Mía Santi.
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Premio!!!

Vengo  a mostrarles el premio que me otorgó Dulce, del Club de las Escritoras. Muchisimas gracias por pensar en mí para este premio, y felicidades a las otras chicas que también se lo ganaron.


Este premio también se lo concedemos a:

Edain
Patricia O. (Patokata)
Jonaira
Kristen
Aeren
Karuna
Nyra
Rivela Guzmán
Selin
Isthar
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Proyecto Septiembre: Fotografía.


Enfrentando al miedo.

Jamás le había gustado ese lugar, ni siquiera cuando era un infante.
Desde que tenía uso de razón, se había detenido a la distancia, mirándole con ojos plagados de un extraño “respeto” infundado, luego de que su hermano mayor se empeñase en contarle historias que estaban muy por lo lejos de ser cuentos de hadas. Es por ello, que no comprendía por qué había aceptado el desafío que le había plantado Cloe la pasada noche. Quizás se debía a que no quería ser menos ante aquellos profundos ojos obsidiana, no podía haber otra razón para que accediera a algo tan descabellado. Desde hace muchos años que venía deseando que aquellas orbes le observaran de otra manera, ya no más como la muchachita tímida y cobarde que fue en la niñez, sino como una mujer decidida, la cual, se enfrentaría a toda adversidad con mirada altiva.
—Bien Adele... —Pronunció para sí misma casi en murmullos, mientras su caja torácica se ampliaba ante el profuso aire que inhalaba. Se hallaba con un farol de mano como única compañía en medio de la penumbra, mientras la brisa invernal le castigaba con dedos crueles e invisibles la dermis del rostro descubierto, generando en su nívea tez, manchas carmesí. Aferró fuertemente con sus dígitos la tela del abrigo que reposaba sobre sus hombros, mentalizándose en que sólo serían unos minutos, unos cuantos minutos que tal vez transcurrirían lentos e intemporales, con cada segundo azotando sobre su mente, como la fusta a un caballo, pero que al final, como todo, pasarían. Suspiró, casi botando de un sopetón todo el aire adquirido. —...no puedes dejar que el miedo se salga con la suya—. Afirmó, emprendiendo camino.
Al comienzo dio unos cuantos pasos indecisos por sobre la estepa, para luego hacer de sus pisadas, una marcha constante, casi mecánica, en tanto un paisaje de extraña belleza ambigua, de esas que te suelen mantener absorto durante lapsos indefinidos, atrayentes, mas al mismo tiempo causan desconfianza, se abría ante su presencia. Los compactos arbustos daban la sensación de ser impenetrables, altas y poderosas murallas que podrían acallar hasta el más desgarrador grito de dolor, angostas pasarelas destinadas a extraviar a quien osase adentrarse, era una escena propicia a hacerte sentir temeroso, frágil.
El mutismo que le rodeaba era abismal, tanto así, que lograba oír el sutil vuelo de las luciérnagas antes siquiera de observar su fulgor dorado, sentía, sin mayor problema, los latidos de su corazón convulso haciendo eco sobre sus oídos. Tragó saliva con lentitud, como si ésta hubiese obtenido una densidad tal que le rasgaba la garganta con su paso, necesitaba un trago de agua urgente, agua y también una brújula. Sonrió.

La marca de sus zapatos quedó incrustada en cada recoveco del lugar, como si la salida se rehusara a mostrarse frente a ella, comenzaba a inquietarse, a pensar que se convertiría en una de las muchas protagonistas de los cuentos de su hermano, pero antes de que perdiese por completo todo deje de esperanza, vislumbró a lo lejos lo que parecía ser el final de su tortura, los ojos parecieron cobrar  un resplandor desconocido, quería, no, necesitaba terminar lo más pronto posible su suplicio, esta asma proporcionada por una buena dosis de miedo, amenazaba con hacerse más intenso y voraz, como si  le apeteciera quedarse de manera permanente.
Corrió tan aprisa como pudo, durante la estampida soltó hasta la lámpara, lo único que le importaba era el fulgor al final del camino, ese maldito laberinto la tenía harta, se prometía, lo juraba, nunca más volvería a entrar ahí. La garganta se resecó, las manos se mecieron en espasmódicos aspavientos, las ramas rajaban su fina y delgada piel dada la premura. El corazón estaba a punto de caer en el piso y perderse entre las espinas de los rosales, justo cuando... llegó a la salida.
La suave luz argéntea que otorga la luna le hizo sentirse aliviada, el aire se le antojó libertad, sus pulmones comprimidos parecieron dilatarse y aumentar su capacidad respiratoria, el enérgico ladrido de los perros desquebrajaron la prisión silenciosa en la cual estuvo inmersa durante lapsos insufribles, como si festejaran su regreso a la realidad.
Mas antes de que el alma recuperase la candidez absoluta, notó cómo una mano imperceptible se posicionaba sobre su espalda, enterrando sus garras impasibles contra la piel, jalándola con firmeza. 
No hubo tiempo para gritos.


La fotografía. Proyecto de Septiembre de Adictos a la Escritura. (Funesta Pasión)


Funesta Pasión

Eras como esta ciudad para mí, una belleza que sólo se podía admirar desde lontananza, incompresiblemente etérea, silenciosa frente a mí latir perenne. No te bastaba con hacerme sufrir sino que pretendías no atisbar nada, ¿lo adviertes? Me resultas gemela del paisaje que os muestro.  Sin sentimientos aún cuando me deslizo sinuoso por tus calles cubiertas de amistades que no sirven más que para decirte lo que realmente quieres escuchar, pero jamás llegas a oír mi bisbiseo que con brío intenta alzarse por sobre los demás estertores charlatanes. No, ni vistiéndome de cobalto y saturado donaire logras otearme desde tu poblada mente. Definitivamente piensas con los ojos terrenales, mi dulceata.

Hoy no pasa de hacerte ver que existo. Es hoy que destrozaré cualquier adarve que se me imponga, como fiel soldado que cuida tu palacio adornado de flores muertas, roído por ratas infectas que surcan tu morada. ¡Estas próxima a ser manduca de alimañas! Y creedme, los enemigos no lucen como tales, de modo que esperan pacientemente un punto exangüe de fragilidad antes de devorar la hiedra venenosa que posees por dermis, ¡mi amada! Impúdica reina de mi utopía putrefacta que por años he añorado acallar entre mis fauces con deliberada sincronía. ¡Frenético en estocadas te devolvería el músculo vital al cuerpo! Te daría dádivas bucales húmedas de pasión enardecida hasta extirparte el aliento de cuajo junto a tu maldad trastornada.

A priori lo que hago es por afecto, por el apego que enciende mi inaudito latir estruendoso que resuena entre las bóreas del este al oeste. Allende donde vayas comprobarás que no miento cuando aclamo tu nombre en medio del silencio como fina musicalización  palpada por noches de miedo entre espíritus y brujas soltando sus hechizos de muerte a los cuatro vientos. Sabrás de mi fuerza al susurrarte vocablos de amor en súbita agonía mientras me detengo a escasa distancia de tu balcón en lo que por dentro grito, mil veces. ¡Te amo!

Decidme, amor, ¿acaso no eres capaz de acariciar mi intrepidez desde tu lecho mientras yo muero, aquí… por un ósculo tuyo? Descaradamente no. Pareces flotar dormida en ideales frondosos de vileza. Mañana quién sabe con qué argucia habitarás tu marchita sapiencia luego de poner en tierra tu primera extremidad, un paso te hunde más en tu  fango anidado por demonios de permutada estirpe.

Compungido noto cómo mi espíritu se gangrena con el tuyo aún sin siquiera haber intercambiado dicciones durante nuestra vida que se me antoja eterna. Comprendo que debo librar una dura batalla con vuestra esencia; tengo el deber  y la bonanza de engendrar un camino de salvación para ti y para mí aunque el parto resulte doloroso. Son encargos que Dios pone en mi mano cuyo elemento de pronto se vuelve filoso y brillante, un puñal férreo como lo que ocultas bajo la falda, naciente entre tus piernas. Lo sé, aunque no lo haya saboreado con estos labios, esa miel fogosa que guardas en ánfora carnosa.

Ha llegado la hora de unirme a tu vals exorbitante, de hacerte mía mientras vociferas, con los ojos tan amplios que pareces herida, mi nombre. ¡Demonios! Caigo en el fatídico error de rememorar que no me conocéis, hasta el jardinero tiene más suerte que yo en tus arcaicas memorias.

Sonrío ante la miserable desgracia que poseo, todo se voltearía boca arriba en un segundo endiablado.   Yo… lo cambiaría.

Me interno con el sigilo del amante que no quiere ser descubierto por los padres de la núbil doncella, fatigado de tanta espera. Doy un brinco y mis pies se enredan en los ramajes que a su vez hacen de escalera, colisionan mis pensamientos a medida que la maleza se ensaña con mi piel y me arañan mientras me trepo con determinación hasta saltar como un crío sobre la planicie de madera. Altivo, me muevo hasta la alcoba buscando el psicotrópico de tu perfume a hembra, y cuando te encuentro, me deslizó ponzoñoso sobre ti, y con exagerada lentitud me recuesto. Pronto te faltará el aire, me veras, será amor a primera vista y luego te haré mía.

Tal cual si fuese una novela, abres tu boca, tus ojos aterrados y luchas. Sin embargo yo soy tu dueño. Con ímpetu me enredo en tu humanidad como dos flores nacidas en la misma maceta, moldeadas ad libitum para calzar a la perfección. Te restallo caricias poderosas en el rostro y pareces aturdirte por el sentimiento amoroso que te entrego. Me sumerjo con violencia en tu anatomía mientras quito cualquier indicio de tela. Te corrompo, me hundo en tus carnes. Te dejaré vivir una pantomima de lo que siempre has envidiado cada vez que visitas un teatro, te haré llorar por mi tacto enfervorizante. Luego de unos minutos de intensa pasión, todo lo prometido, se cumple.

Te contemplo con mis labios espasmódicos tendida sobre el camastro, inerte, con la visión extraviada en algún paraíso donde tal vez, uno igual a mí, reine. Aprecio la belleza infinita con la cual hurtas el alma de cualquier hombre. Juro por Dios que no tiene precio esta imagen. No sé porqué, empero aunque estas muerta, sigo deseándote de manera desenfrenada. 
No cabe duda de que serás, hoy y siempre… la urbe donde deseo habitar.
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Inicio del reto Diferentes versiones de un mismo cuento

NOTA: Y yo que pensé que demoraría mucho más, bueno, me alegro de haber sido breve y no dejar tanto tiempo esperando a las siguientes escritoras. He cumplido, creo... sino es así, please, díganme para editarlo si es que puse algo malo o simplemente no encajaba. Mis agradecimientos a Dulce por sus geniales ideas y a Deborah por nominarme pues, como dije antes, los retos me sirven para superarme. 
Primer y anterior capítulo, les dejo el link.
Mágica Cita (Capítulo 1) ~Por Deborah.
P.D: Se me olvidó decir cuáles eran mis elegidas. Son.... son, son; Mircea Black y  Maga de Lioncourt (Las quiero ;3 (XD))

***

            El transformista se movió sigiloso por entre los pasillos del laberinto; un espacio desconocido para los humanos, incluso para seres mágicos de toda estirpe. La entrada era custodiada por dos Can Cerberos, perros de dos cabezas que extirpaban las visitas inesperadas o sin previa autorización. Debido a la oscuridad del lugar, los ojos del ser brillaban como dos trozos de carbón encendido cuya maldad no sobrepasaba la de una entidad suprema que se encontraba a una distancia considerable más adelante. El transformista poseía miedo, un sentimiento que le era desconocido pues nunca se había cruzado con una alimaña más poderosa que los de su raza, sin embargo, debido a su ignorancia acerca de los sentires, continuó avanzando en medio de paredones altos y agrietados que daban entreveradas vías dispuestas a dejar morir deambulando eternamente.

            Con absoluta paciencia, el heredero de las tinieblas observaba al transformista que se deslizaba sinuoso hasta él en pos de ser un ánima humilde y obediente, haciéndole saber que jamás le sería infiel a su Dios… él, uno de los tantos hijos de Lucifer.

            —Mi señor… os traigo buenas noticias —dijo el alado en un tono sutil, pero al mismo tiempo heráldico por volver en una pieza hasta la magna presencia del príncipe.

            Se arrodilló, y enseguida sus manos se precipitaron al suelo así como su cuerpo a modo de reverencia, siempre con la cabeza gacha, sin tentarse a mirarle siquiera una vez, no deseaba ser manduca de Cerberos por llevar acabo semejante osadía.

             —Dime, qué has averiguado de una vez —su voz tronó en todo los recovecos subterráneos del mundo, producto de ello un temblor meció suavemente a las ciudades encimadas sobre el gigantesco laberinto donde, momentáneamente, moraba, un tono gutural y al mismo tiempo de un tenor grave. No alzó la voz, al contrario, trató de hablar lo más despacio posible, no obstante, el mundo desde ya resentía su llegada.

            Su nombre era Azrael, y su alma estaba compuesta por legiones de espíritus vengativos, o que en vida fueron humanos dedicados a hacer el mal. Él, era un demonio desmedido, vehemente y tajante en sus órdenes, odiaba y odia la desobediencia, pues ser un líder es algo que le resulta muy natural. Se levantó de su cómodo asiento y al mismo tiempo que lo hacía, su larga capa negra se iba recogiendo debido a la altura deshumana que poseía. La capucha permaneció inmóvil sobre su mollera de tal modo que era imposible percibir su rostro. El alado notó de soslayo, a pesar de la oscuridad que lo circundaba, unas manos nunca antes vistas y mucho menos imaginado; eran como ramas largas sin embargo de viscosa negrura que podían medir fácilmente un metro y medio de longitud, una aproximación obscena, empero precisa. Sintió un extraño morbo por conocerle a cuerpo entero, pero se abstuvo y permaneció con su humeante faz pegada al suelo.

            —No se equivocó mi señor, Alex es el elegido.

            —Eso es justo lo que deseaba escuchar. Ahora sólo nos queda convencerlo de que se pase a nuestro bando, hay que tentarlo inteligentemente, igual que mi padre tentó a Eva a comer la fruta prohibida… —agregó de modo casi inaudible, con que el alado lo entendiera, bastaba.

***

            Con todo, había transcurrido un mes desde que Susana comenzó a instruirle en el ámbito de la magia, durante el proceso fue dándose cuenta de que el poder de Alex estaba por encima de muchos que se consideraban la Elite de la escuela del Dragón, incluso, podría hacerle frente hasta al consejo si se enfrascaba de lleno en aprender acerca de su poder y cómo manejarlo, mas por ahora, aunque ya con un ápice de entendimiento acerca de lo que tenía entre manos, podría postular a ser el amo del mundo si se lo proponía seriamente, ya fuera para bien, o… para mal.

            En cuanto a la relación que tenían, podía decirse que el avance era muy pobre, Susana aunque contemplaba el rostro de Alex constantemente y el tiempo que le fuera permitido hacerlo siempre y cuando nadie se diera cuenta de ello, ocultaba cualquier indicio de un sentimiento naciente empero profundo, su orgullo pesaba demasiado, y por sobre todo, odiaba que le vieran frágil ante el latir de su corazón bombeante. Nunca aceptaría que comenzaba a encariñarse más de la cuenta con ese sujeto. Se veía impedida de dejar marchar a los malos recuerdos que ese chico le proporcionó a lo largo de la vida.

            En cambio Alex, no se daba cuenta del corazón vecino, debía ser sincero al respecto en cuanto al tema del amor, era el genio de la chica y el suyo los culpables de que su alma siguiera fría y sin siquiera un cosquilleo en el vientre al verla acercarse, Susana se encargaba de patrocinar la enemistad entre ambos, no discutían, sin embargo la comunicación era mezquina y sólo intercambiaban vocablos cuando la lección daba inicio.   

            Suspiró profusamente al notar los dubitativos labios de Susana que se enfundaban en una rústica contienda por escupir algo que no tuviese que ver con el libro de magia que sostenía entre las manos, se hallaba absorta en un mundo paralelo, quizás, tratando de tejer alguna solución para los problemas que pudiese tener en casa, lo ignoraba, no obstante, los dígitos de la joven se pusieron pálidos por la presión con la que apretaba el libro.

            Alex, sudado y cansado, se acercó a Susana extendiendo un brazo para posar su mano sobre la contraria, tratando de devolverle el alma al cuerpo.

            — ¿Susana, te encuentras bien? —intentó sonar amable, aunque ella siguiera siendo una bruja mala leche con él. No iba a pedir disculpas por los errores del pasado si no había sido su culpa tampoco, la culpa tenía como dueño al que le hechizó, a ése debía pedirle explicaciones.

            Susana fue víctima de una calidez exquisita sobre su mano, inconsciente del que la generaba, siguió observando hacia el futuro, las veces en las que podía ver el mañana eran ocasiones exiguas, reducidas y guardadas meramente para ocasiones de mucha importancia. Eso sí, ella no manejaba a voluntad su vidente alma, se daba repentinamente y de un momento a otro, llegaba como una dádiva en cualquier sitio que estuviese siendo al mismo tiempo un peligro inminente para ella pues, por obvias razones, lo último que deseaba era que sus visiones llegaran cuando cruzaba una calle, definitivamente quedarse clavada en el centro y con semáforo en verde, era una pésima idea, y verse arrollada por un automóvil se le antojaba una patética manera de morir.

            Una energía extraña comenzó a absorber su visión, así como su espíritu, llevándola a un lugar remoto.

            — ¿Susana? Oye, ¿qué te sucede? —Alex insistió, era la primera vez que saboreaba un trance absoluto como aquel, frente a él. Se preocupó por lo estática que se encontraba la humanidad de ella cuya vitalidad decaía lentamente. Estaba poniéndose fría bajo un sol a punto de chamuscar la bien torneada figura de Alex. Se le tensó el cuerpo, nervioso, era ilógico.

            La asió férreamente por los brazos intentando despertarla.

            Susana permanecía en la lontananza, deslizándose como un espíritu níveo a través de paredes casi negras, agrietadas, percibía la furia hecha demonio seguirla a una velocidad descomunal, pedía por todos los Dioses que no fuese algo tan demoledoramente terrible como para morir de un infarto ante el espectro. Debía sacarse esa molestia del pecho: y se volteó a mirar.

            — ¡Susana! —exclamó Alex asustado, estaba entre la espada y la pared decidiendo si ir en busca de ayuda o quedarse hasta el final con ella. Votó por la segunda opción.

***

           

             Los ojos rojos se precipitaron sobre ella, pero lo que la lanzó varios metros más allá fue un humo negruzco etéreo, lo que supuso enseguida debía ser la humanidad del transformista. Descolocada por la simple idea de creer que lo que la seguía era algo más terrorífico y no el mismo ser amorfo de la vez pasada, se puso de pie, preparada para dar rienda suelta a la batalla, y en lo que se incorporaba, notó que por detrás del alado se asomaban dos bestias más de las que no tenía pleno conocimiento. Se hallaba en una experiencia completamente nueva, y para su mala suerte, ignoraba cómo combatirlas. Le tocaría improvisar.

            Cerró su mano en puño sobre el collar pronunciando tan rápido como le era posible un hechizo, el primero que se le vino a la mente y capaz de repeler cualquier tipo de ser mágico. Con todo y con eso, a medida que era testigo del brinco anormal de los Cerberos que se alzaban casi veinte metros por encima de su cabeza, con las fauces abiertas, dispuestos a cenar su espíritu, con un demoniaco cuerpo que parecía apresado entre cadenas sanguinolentas, con el rostro difuso sin embargo no difícil de imaginar, con laceraciones dispersas por doquier que pretendían ser una medalla por cada alma devorada, fue entonces, donde  entendió que el conjuro no lo realizaría a tiempo.

            Cerró los ojos y se entregó a los milagros que ocurren muy escasamente en la vida.

            — ¡Deténganse!

Una ventolera estruendosa interrumpió el final trágico de Susana. La joven con exagerada lentitud abrió los ojos mirando de un lado a otro, buscando al que le había salvado, al que había provocado no sólo un aire violento que casi la despegó del piso, sino que también, provocó un temblor de menor intensidad pero no así menos anulador de nervios.

Azrael chasqueó dos dígitos y Susana se vio impulsada por una fuerza sin precedentes hacia adelante. Se llevó ambos brazos al rostro en cruz, cubriéndose de cualquier elemento que fluctuara en el ambiente, sin mencionar que la premura con la que era jalada era quemante, asfixiantemente insoportable. Una vez se detuvo, cayó en cuenta de que sus pies antes flotantes, ahora, se posaban sobre el suelo lleno de baches, álgido. Sus castaños cabellos largos cayeron como suave cortina sobre su espalda expandiéndose a plenitud, sus ojos buscaron impacientemente alguna silueta, y la halló a centímetros de ella; se asemejaba a una figura humana sí, pero su estatura no, no estaba segura pero tal vez, sacando conclusiones rápidas, podría fácilmente medir entre tres o cuatro metros, la obscuridad no ayudaba mucho, y al mirar con esfuerzo hacía arriba; unos ojos que le parecieron volcánicos. Todo esto lo pudo distinguir por la leve ondulación de la capa negra que usaba el ente, sino, hubiera seguido buscando imperiosamente al que le llamaba.

— Entrégame el humano al cual le enseñas, bruja —dijo, el Demonio la miraba desde arriba con los ojos entrecerrados.

Susana se agarró de las telas ajenas tratando de no caer de bruces producto del temblor que causó al abrir la maldita boca. Izó la mirada para enfrentarlo con la misma altivez, no sabía por qué deseaba proteger a Alex, pero una necesidad cuyo corazón aceptaba, le daba el aplomo suficiente para oponerse rotundamente una y otra vez. No lo entregaría.

— ¿Quién eres…? Y, ¿por qué necesitas a Alex? Es un iniciado… —dijo, y enseguida tragó saliva pues para escuchar la respuesta, tendría que someterse a nuevos temblores.

Azrael sonrió entre labios, una sonrisa profunda e insonora.

—Soy Dios, y vengo a someter al mundo a mi propio paraíso infernal —se inclinó desmedidamente hasta quedar cara a cara con Susana—, si te opones a mis planes, te torturaré durante mil años, en tanto Alex disfruta ayudándome a destruir este asqueroso planeta creado por la miseria innombrable al cual ustedes llaman, ¡padre celestial! —se enervó con idiosincrasia volviendo a mirarla desde lo alto.

—Tráelo aquí, y yo te concederé un deseo sin tener que darme a cambio tu alma. Con Alex, me doy por pagado —finalizó.

Chasqueó nuevamente los dígitos y Susana despertó, eso sí, antes de volver en ella, fue testigo de en lo que acabarían los humanos en el futuro, extintos.   
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Reconocimiento

Bueno, no sé cómo empezar pero aquí estoy, —nunca he sido buena contando cosas mías, empero haré el intento— vengo a mostrar un reconocimiento que se me otorgó por participar en un concurso de escritura que realizó VidaMía en su espacio de “Desvaríos”. Salí seleccionada con dos de mis historias; “Alud y Acibarado Amor”, algo que me deja muy contenta ya que no contaba con que quedaría. El libro lo pueden descargar o comprar en la página de Lulú y Bubok. Ahí cada uno personalmente elige. Agradezco al jurado por haber dejado mis dos historias y a VidaMía por dar oportunidades como éstas para dejar un granito de arena entre páginas, espero que hayan más por supuesto, y eso pues… ¿ven? Les dije que era mala explicando cosas lindas que me han sucedido, por favor, agradezcan mi intento por explayarme como persona (XD), que esto no es algo que pase todos los días.
Les dejo el link del libro aunque de todas maneras lo hallaran en un lateral del blog.

"Desvaríos de Amor y Desamor"

Muchas gracias a todos!

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Guerreros con Alma~ Autor: Rossiel Black


            Soy una de esas personas que considera que los golpes fuertes de la vida te generan callosidades en el corazón, lentamente, te vas endureciendo frente a cualquier tipo de sentimiento amargo, aunque claro, nunca seremos un ser hecho de hierro puro, siempre habrá algo que nos supere y nos haga caer de bruces llorando al piso, no obstante, nos levantaremos más rápido por tener la experiencia de alzarnos frente a una variedad de adversidades.

            No eran los mejores años de mi vida, sin embargo, parecen serlo ante el resto que no resulta ser más brillante, en un sitio donde la vida no parece encajar a la perfección, de seguro a muchos les ha sucedido, sientes que la certeza de una vida colmada de felicidad parece próxima a caer al precipicio antes siquiera de llegar a fracasar. Yo diría que son métodos del destino, pretenden forjarte, pulirte como el ser humano que nunca pretendiste ser pero que al final, igual te sientes satisfecho de haber llegado a este punto.

            Los guerreros no nacen con espada en mano, empero nacen con el coraje atado al cuello, nadie te puede prestar un poco de valor, nadie te dará una fórmula mágica para salir allí fuera y retar a los que pretenden aplastarte como si fueras una mosca; y si lo eres, aférrate a tus anhelos, que el creer no cuesta nada, creer es poder al igual que querer. Vestirse de sinceridad no cuesta mucho cuando en verdad existen ganas de cambiar y volverte una mejor persona. Los tiempos de vida son exiguos, de ahí que muchas personas salgan a vagar por el mundo tratando de darse a conocer desesperadamente, sabiendo que desde donde están, podrían hacerlo tranquilamente en pequeñas cantidades de amabilidad, hay que entender que antes de lanzarse hacia algo grande, uno debe formar la base, sino, el castillo se derrumbará al primer dilema que presentes emocionalmente.

            Somos frágiles, ¿comprendéis eso? Vive todo lo que puedas y aprende a tolerar las injusticias de la vida, nadie dijo que el camino no estaría lleno de baches, te toca a ti sortearlos mientras avanzas a paso de hombre.  Las almas no tienen precio.