Cerró los ojos y sentía que el calor consumía su cuerpo como fuego vivo, el sudor perlando su piel y su rostro echado hacía atrás - ¡Ah! – era lo único que escapaba de sus labios húmedos. Tuvo que aferrarse a lo que pudo porque el vaivén le proponía una buena caída, era deleitante y a la misma vez desgastante el hacerlo - ¡Ah! – una y otra vez mientras su boca retomaba nuevos líquidos, necesarios para tanto, para vivir…
No, no es lo que creen, demasiada imaginación pero lo cierto es que, ella era una deportista de las mejores, nadie podía igualar su velocidad al correr y nadie poseía tanta resistencia como ella. Se decía en todos los corredores de la universidad que ella era perfecta y que adicional de su belleza y, físico, era una mujer sumamente inteligente. Era el deseo hecho carne de muchos hombres que con solo oler la fragancia que despedía al pasar junto a ellos, no la olvidarían nunca.
Las caretas que la vida a veces, nos obliga a mostrar cuando queremos hacerles pensar que somos perfectos, si simplemente te mostraras al mundo tal y como eres no tendrías porque desgastarte tanto en el hecho de agradar a otros, los que quieran estar a tu lado lo harán de igual manera, incondicionalmente. Ser sociable hasta con el enemigo que no toleramos nos demuestra lo hipócrita que somos.
Fue lo último que escapó de sus labios como un ósculo del viento, era el último aliento que le quedaba – Ah…- su corazón se había detenido y la anorexia le comentaba al alma que ya no podía dudar más en llevarla al paraíso eterno. Su cuerpo reposó sobre la cancha de balóncesto, no volvería a levantarse pues Dios le susurró la partida.
Rossiel Black Dark
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