Proyecto Marzo 2012: La Frase.

Bien, luego de una ausencia bastante prolongada en los proyectos de "Adictos a la Escritura" hoy vuelvo a retomar el hilo, aunque he de disculparme desde ya por lo corto y bastante difuso de mi relato, pero pues, la frase que me tocó no me dejó con mucha inspiración que digamos >____>!
Sin más, aquí esta lo mio.

Peligro.

El único sonido que le acompañaba en su camino era el repiquetear constante de sus tacones contra el cemento desquebrajado de la acera, la mañana todavía no rompía el frío que la luna había dejado, y su cuerpo comenzaba a sentir el gélido aire congelar sus músculos— ¡Maldita sea! —musitó maldiciéndose internamente por no haberse llevado consigo el abrigo, todo con tal de ahorrarse un segundo de espera en la cola del banco. A veces hasta ella misma se sorprendía de su falta de ingenio. Las zarpas agudas del viento enrojecían la piel de sus mejillas, le ardía, pero se contentaba con el hecho de que sólo tres cuadras le separaban de su destino, sólo unos cuantos pasos más y lograría encontrar consuelo dentro de aquel reciento, en tanto continuaría brindando un poco de calor a sus brazos con la fricción de sus manos contra la tela.
Un sonido particular le distrajo de su pensamiento, y le costó unos instantes darse cuenta que provenía de su propio bolso. Revolvió sus documentos con un desesperado afán, no le gustaba llamar la atención cuando transitaba por zonas de no muy buena reputación. Al dar con el objeto se quedó consternada mirándolo fijamente, sin duda alguna aquel era su propio celular, pero la melodía que acompañaba al hecho no era la suya, un metal pesado e inentendible, algo que se alejaba enormemente de sus gustos musicales.  La pantalla parpadeaba incesantemente mostrando un sobre cerrado en el centro, se resguardó a un costado de la vereda y apretó el botón central.

La vida es muy peligrosa, Elieth. Nunca sabrás que puede estar esperándote a la vuelta de la esquina”

 ...

El golpe la pilló desprevenida, quizás demasiado preocupada por el mensaje que no se dio cuenta de la presencia que se posaba a su espalda. No tuvo tiempo para reacciones, ni siquiera para contemplar el rostro de su atacante. El mundo se alejó y fluctuó, mientras un zumbido agudo en los oídos la acompañaba hasta que la oscuridad lo envolvió todo.

Mircea~

Proyecto de Marzo ~ Rossiel Black


Anorexía

Mirarse al espejo resultó bastante extraño, el reflejo que la superficie le brindaba estaba lejos de ser él, era como si se encontrara en el cuerpo de alguien más, alguien que, extrañamente, se le hacía conocido. Nunca pensó que bajaría tanto de peso y en tan pocos meses, sufrir una anorexia de aquellas después de ser un obeso mórbido, acto que fue provocado por los incansables insultos del resto de los mortales, era algo que nadie se merecía. El mundo había cambiado demasiado; no existía el respeto, solo la belleza física que se refleja tangiblemente, y la del alma… aquella aún se encontraba de vacaciones en el pasado.

Su Humanidad estaba atrofiada, enjuta a tal nivel que parecía una pasa, muerto en vida, sin energía, pero aún así, los que le conocían aseguraban que se veía mucho mejor que antes cuando era no más que grasa. Bajó la vista buscando dar con su antes viril sexo, nunca en su vida lo había visto pues la barriga en aquel entonces no se lo permitía, aunque si podía palparlo con la yema de sus dedos. Pero ahora cuando lo oteó, se quedó perplejo, en todos esos meses no se había detenido a mirarse en un espejo, con suerte se bañaba, nunca estuvo de ánimos realmente para fijarse en los drásticos cambios que se estaban produciendo tanto por fuera como internamente. Estaba tan fatigado, y, su compañero, aquel que estuvo con él toda la vida aunque no pudiese nunca verle estaba seco y sin vida, apuntando como una aguja hacia el suelo.

—Soy el modelo del futuro —una sonrisa trastornada poseyó sus labios, ni pómulos quedaban allí.

Se colocó de medio lado para enfocarse en su trasero, también se había ido de viaje, igual que los músculos que nunca llegaron a surgir después de infructuosos días en el gimnasio. Cómo no, si se cansaba con solo levantar un par de pesas de cinco kilogramos cada una. Estaba finiquitado pero aún conservaba la esperanza de ser más delgado, todavía no era suficiente.

Las costillas sobresalían de la carne con el fin de darle un aspecto más alienígeno, la piel pegada a los huesos con prominentes agujeros oscuros por la falta de hidratantes y de comida. Era incapaz de darse cuenta de que estaba falleciendo lentamente, sus ojos, su mente, aún veían a un tipo gordo y de aspecto bufónico en el cristal. Nunca se aceptaría pues no había pizca de amor hacia sí mismo, no se sentía digno de pisar el mismo suelo que los demás, se sentía solo y la delgadez de los meses no había contribuido a que eso cambiara pues su malgenio afloró como la espuma del mar entre las olas.

Mientras siguiera respirando, continuaría bajando más y más, hasta encontrar la belleza absoluta en su cuerpo, se prometió.

~Rossiel Black~



Pequeño Demonio - Rossiel Black





Conservó su típica mirada desdeñosa, aquella que usaba habitualmente para decir sin mover los labios “Me importas una mierda.” Las personas que le rodeaban, desde pequeño, desde que pudo abrir los ojos y ver el mundo, no… desde mucho antes, desde que se encontraba en el vientre de esa mujer, desde que se enterró como una semilla en las entrañas es que fue siempre repudiado. Pero claro, las personas sabían interpretar muy bien su papel, nunca demostraban ese sentimiento de asco.
Se reclinó sobre la silla, era demasiado dura para su trasero tan reblandecido, por un momento reconsideró el permanecer de pie, pero al poco tiempo desistió de esa idea, su ego no era tan extendido como para admitir que no se hallaba agotado después de dejar los pies en la calle, todo el día de aquí para allá, era imposible. De todas maneras, no sentía sus nalgas, lo único que sentía o más bien parecía, era que su cuerpo se mantenía levemente suspendido por las dos estacas de huesos de culo, le lastimaba el material del asiento en cuestión.
De pronto, vio al Doctor acercarse hacia él con el rostro serio, compungido, se le notaba el esfuerzo que hacía mentalmente buscando las palabras correctas para no herirlo, pero muy en el fondo, detrás de esos brillantes y profundos ojos verdes había una risa compulsiva. Aparentemente la vida era un chiste así como la mismísima muerte. Él se paró raudamente y aparentó preocupación mientras ayudaba a extirpar las distancias entre ambos, quería que le diera la noticia que había deseado tanto años pronto, tan pronto como fuese posible para salir y enfiestarse en la siguiente avenida. Las emociones son como bloques de dolor, de alegría, odio, entre otros, al final el más consistente imperaba sobre las demás. Lamentablemente él, carecía de bloques como aquellos, él estaba lleno de rencor y repudio, solo eso, lo demás no importaba demasiado.
─−Su madre a muerto… ─−el Doctor bajó la cabeza, de alguna forma trataba de pedir disculpas por no haber hecho todo lo que estaba en sus manos. Se giró sobre sus talones y echó a andar hasta la siguiente habitación para ver a otro paciente importante.
Él se quedó pálido, baquiando como un pez ante la noticia, con los ojos inyectados en sangre y empinados hacia el exterior, las manos apretadas en puño hasta sentir que la sangre abandonaba los huesos, el pulso disparado, el corazón latiéndole a mil por hora, incapaz de comentar.
Así permaneció alrededor de cinco minutos, en la misma pose, mostrando levemente los dientes apretados, la mandíbula estaba tensa hasta el punto de que los huesos del cuello sobresalían considerablemente.
Nunca, nunca en toda su vida le habían dicho algo tan excelente, hasta se le antojó romántico y creyó sentir un leve cosquilleo en el estómago por ese hombre que acababa de darle la noticia. Así mismo comprendió que era el efecto de la felicidad instantánea, no cabía en sí mismo de gozo. Desde hoy, sería libre, desde hoy… celebraría el día de la independencia

Reto: Dos caras del mismo cuento.

Pues si, como el título dice, al fin luego de mucho tiempo postergando mi entrega aquí esta. Primero que todo pido mis más sinceras disculpas a todas las chicas del "Club de las Escritoras" por mi irresponsabilidad, creo que desde hoy, pensaré dos veces antes de apuntarme en algún reto, puesto que mis decisiones siempre afectan a más de una persona y no quiero volver a decepcionar a nadie más. Pues bien, esperando que les guste, aquí esta la versión de Héctor, la versión de Jonás a manos de Luz la pueden encontrar aquí.



TORMENTA DE ARENA.

Pensó que todo el odio cultivado durante los meses que  duró su búsqueda sería suficiente para suprimir todo deje de sentimientos que pudiese albergar aun su pecho por aquel sujeto, pero se equivocó. Apenas hubieron cruzado miradas, todas sus decisiones parecieron flaquear por un instante al borde de la extinción. Tentando a su mente de ignorancia, hacer como si no le hubiera podido reconocer entre el mar de gente, pero no podía dejarse llevar por su estúpida debilidad, no podía continuar mintiéndose de ese modo; no luego de todo lo que el contrario había hecho. La decisión ya había sido tomada, le llevaría ante la corte costase lo que costara. Se encargaría personalmente de que Jonás pagara por sus pecados, y nada ni nadie cambiarían el destino que él le había impuesto.

Cuarenta y ocho horas habían transcurrido desde que sin esperarlo dio con él en medio de una caravana gitana, forma curiosa para un reencuentro tan poco grato; y cuarenta y siete desde que comenzaron su caminata final por el desierto abrasador sin detenerse un segundo, pero, juzgando las apariencias del grupo, las fuerzas del comenzaban a escasear, debían detenerse a descansar o sino morirán ante la fatiga, aunque su instinto clamaba sin razón por continuar avanzando. Bajó del caballo mientras limpiaba con el dorso de su camisa el sudor que se agolpaba en su frente, oteando a lo lejos los restos de lo que parecía ser un árbol, y decidió que sería el sitio ideal para pasar la noche.
—Bien, nos detendremos un momento —pronunció, mientras despojaba a su cuadrúpedo compañero de las amarras del menor—, y ni se te ocurra intentar realizar algo estúpido, últimamente no poseo mucha paciencia —acotó, aun sabiendo que con suerte aquel sujeto tenía la energía suficiente para mantenerse despierto.  Le observó silente un par de segundos, deteniéndose en la delgadez de sus facciones, en la opaques de sus ojos que antaño gozaban de vida, y una extraña sensación de malestar golpeó su estomago al pensar en la clase de vida que tuvo que llevar el contrario los últimos meses para poder sobrevivir. La vida de un fugitivo, se obligó a pensar. Pues eso es lo que ahora era, debía tratarlo como el criminal que es, y no como quien alguna vez llamó hermano.
Cuán fácil puede cambiar la vida de un hombre ante el más mínimo error cometido.

Pasó uno de sus brazos por debajo de su cintura, alzando su cuerpo inerte hasta apoyarlo sobre uno de sus hombros, cual si de un mero saco de papas se tratase, para depositarlo al costado del tronco antes visto. Le amarró con destreza tal que tuviera el espacio suficiente para descansar, pero que no pudiese soltarse de ellas y escapar. Después rebuscó entre uno de sus bolsos la cantimplora y bebió de ella como si fuera la primera vez que lo hacía, sin dejar siquiera que la más mísera gota se escapase de entre sus labios, posteriormente vertió un poco del líquido sobre un recipiente pequeño para dar de beber a Jaffar, como nombraba a su caballo, y luego con el mismo frasco dio al menor el agua sobrante contaminado ya por los fluidos del animal.
— Agradece que al menos te daré un sorbo, no debería malgastar algo tan preciado como esto en un ser como tú, Jonás —musitó enajenado contra su rostro, en tanto depositaba el recipiente a un costado de su cuerpo, a una distancia en la cual si deseaba tanto beber tendría que esforzarse bastante para hacerlo. Después le dio la espalda, aún quedaba mucho trabajo por hacer antes de que el sol se ocultase y el álgido aliento nocturno comenzase a hacer mella sobre sus anatomías exhaustas, prefería mantener su cabeza ocupada en labores  para que las horas pasasen rápido sin dar tiempo a más pensamientos sin son.
Respiró profusamente al sentarse frente a la fogata al fin terminada, intentando dar un poco de calor a sus  extremidades entumecidas por el frío. El inmenso lienzo nocturno estaba pespunteado por estrellas que brillaban sin obstáculos en lo alto, observándoles en silencio. Sonrió ante la idea de ser constantemente vigilados por el cielo, y miró de soslayo a su prisionero, el cual se hallaba a unos cuantos metros más allá del fuego, dormía, o al menos lo intentaba. Notó un temblor que recorría por completo su cuerpo, y aún a la distancia que se hallaba de él, pudo escuchar sin problema el entrechocar de sus dientes producto del frío. Suspiró, en tanto tomaba una de las pieles que llevaba consigo para arroparse por las noches, hoy no la necesitaría. Se acercó a paso lento, procurando realizar el menor ruido posible puesto que no deseaba dar explicaciones de sus actos, y apenas le hubo abrigado el sonido se esfumó.
—Porqué las cosas tuvieron que tomar este rumbo... porqué... —murmuró, más como si estuviera preguntándose a sí mismo que al ajeno. Se quedó de pie allí, sin intentar tocarle, sin intentar moverse, simplemente observándole mudo, como si fuera una estrella más en el cielo destinado a contemplar.
La razón que los llevó a esa situación comenzaba a perder consistencia dentro de su mente, volteó nuevamente hacia la fogata, lo mejor sería descansar, necesitaría recobrar fuerzas para la mañana que se avecinaba.

Debido a su empleo acostumbraba a desaparecer meses completos de la ciudad, nunca le había significado un problema dejar a su madre y su hermano menor solos, no hasta ese fatídico día. Aquella vez su misión había sufrido imprevistos, haciendo que su retorno se aplazase unas cuantas horas, las mismas que bastaron para que todo diese un vuelco indeseado. La imagen que le esperaba en su hogar fue tal que aún con la experiencia que poseía en aquel campo, tuvo que voltear la vista hacia otro punto para no devolver todo lo que había ingerido en la mañana. Pero esos segundos bastaron para que la imagen que grabara por siempre en su memoria; su madre, o lo que quedaba de ella, yacía boca arriba, desnuda sobre su propia cama, sus ojos desmesuradamente abiertos permanecían fijos en el techo, ya no observaban más. A decir verdad, jamás se le cruzó por su mente que Jonás pudiese ser capaz de un acto tan atroz como aquel, no hasta que escucho el testimonio de su tío, el único testigo y sobreviviente del caso. Un relato tan irreal que le tomó tiempo reconocer que fuese su propio hermano el protagonista de esos hechos, el chico que se aferraba a su espalda cuando los demás se burlaban de él, aquel que le admiraba en silencio, deseando ser como él cuando creciera. Y tan absorto estaba ante la noticia que no notó la sonrisa cargada de sorna que apareció en  los labios del mayor al terminar su pautada historia.
De pronto sentía que se ahogaba, el oxigeno comenzaba a escasear en sus pulmones, e intentó abrir los ojos pero la presión del aire le entorpecía el movimiento, todo empezaba a llenarse de arena en grandes cantidades, una tormenta. Detrás de todo el ruido producido por el viento, logró distinguir el relinche de su caballo, se levantó tan rápido como pudo y avanzó en dirección hacia el sonido, pero la fuerza de la corriente era tal que no le permitía permanecer en pie, fue ahí cuando le escuchó.
¡Héctor! ¡Ven! ¡Agárrate a mí antes de que la tormenta te arrastre!
Apenas lograba distinguir su voz tras el bramido de la arena danzante.
— ¡El caballo…! —gritó, aunque comprendía que en un momento como aquel, lamentablemente no podía arriesgar más por su compañero— Espero me perdones Jaffar —murmuró observando a lo lejos como la marea granulada engullía a quien fuese su más fiel amigo. Al parecer el destino estaba empecinado en arrebatarle todo cuanto quería en este mundo.
¡Deja al maldito caballo y agárrate a mí! 
Como pudo avanzó hacia el menor casi arrastrándose por la arena, o tal vez la arena lo arrastraba a él, y casi por milagro dio con la pierna ajena, aferrándose fuertemente cual naufrago a la orilla, hasta que cayó sumido en la inconsciencia.
Un millar de diminutos martillos batían dolorosas disonancias sobre yunques en su cabeza, todo parecía dar vueltas, y el silencio era agobiante a su alrededor. Intentaba abrir los ojos lentamente, el ardor era casi insoportable, y fue allí cuando cayó en cuenta de que unas curiosas manos recorrían su humanidad en busca del objeto que imaginaba. Y pensar que había comenzado a retractarse de sus acciones.
No le dio tiempo de reacción y golpeó con toda la fuerza que pudo acumular contra su mentón, haciendo que éste se cayera de encima suyo, e intentó golpearle en la boca del estomago con su pie, pero aún el sopor en que se hallaba sumido su cuerpo era demasiado y sus movimientos eran lentos e imprecisos, le esquivaba con facilidad. Permanecieron allí, luchando sobre la arena como dos bestias intentando  sobrevivir, hasta que Héctor pudo vislumbrar en las orbes cargadas de ira y confusión de Jonás, su propio reflejo, aquel sujeto que se reflejaba no era él, aquella situación era estúpida, una batalla que había perdido el sentido desde hace mucho. Dejó caer ambos brazos a los costados de su cuerpo, y cerró los ojos esperando el golpe final, que nunca llegó.
¡Yo no maté a madre! ¿Me oyes? Yo… no la maté.
Las  palabras brotaron atropelladas de entre los labios de Jonás, desbordantes de temor e ira, de fuertes sentimientos que ahogaban su pecho.
Pero si tú no me crees, ya todo me es igual. Haz justicia aquí tú mismo, y mátame.
Se levantó con dificultad luego de escucharle en silencio, acercándose lentamente hacia el menor hasta apoyar su diestra sobre uno de los hombros de su hermano.
La decisión simplemente ya estaba tomada. 

Aniversario del Club de las Escritoras!!!

Pues como pueden ver, además de llegar bastante tarde con la noticia, las chicas del "Club de las escritoras" estamos de aniversario, y por supuesto nuestra querida Dulce nos trajo de la mano de un grupo de dádivosas compañeras un mega concursazo para celebrar:




































Pues bien las bases del concurso son bastantes sencillas:
 1.- Primero que todo debes crear una entrada en tu blog (como yo estoy haciendo ahora) promocionando el consurso, y si no posees uno no temas, puedes anunciarlo en cualquier red social que dispongas.
2.- Colocar el banner en algún lugar visible de tu blog, y los que no posean uno pues ingeniensela, nah no es necesario que lo hagan.
3.- Luego debes dejar un comentario informando que quieres participar, indicando los lotes por los que participas (Puedes elegir la cantidad que desees, siempre y cuando cumplas con los requisitos).
4.- Después envias un e-mail con tu URL de perfil y el link del enlace de la entrada promocional que hayas creado al siguiente correo electrónico: elclubdelasescritoras@hotmail.com
5.- Y por último, pero no por ello menos importante, debes ser seguidor del blog, y también dependiendo del lote que eligas, deberás ser seguidor/a de los blogs indicados en cada uno de ellos.


Bien, pues si han quedado prendados, adelante, no pierden nada con intentarlo.



http://elclubdelasescritoras.blogspot.com/2012/02/hoy-es-el-primer-aniversario-del-club-y.html