Mudo Pacto
Respiraba el salobre sabor de la marea golpearle el rostro con candores inexplicables, advirtiendo la zarpa aguda de la quemazón que producía el frío al lacerar su piel con urentes heridas, allí, en la zona de sus sonrosados músculos, que tentados se veían en la fogosa tarea de oscular, la cual no practicaba desde incontables décadas. Concentrado llevaba su anhelado cometido con parsimonia análoga al más afanado experto. Suficientes inviernos se atizaron contra su ajada existencia como para soportar uno más, aunque de fútil apariencia fuese para algunos, su desequilibrada mente tolerarlo jamás podría. Azul y azul se batieron en silente contienda, asaeteando con su mirada un punto mucho más lejano que aquella a la que su mortal visión limitada estaba.
"¡Apareced, irrisorias envergaduras de los castigos eternos!...
¡Venid, pues, a quitar mi aliento de su prisión dañina… a liberar mi alma aherrojada en el cerrojo de este cuerpo terrenal!"
Rótula dio contra la arenosa alfombra que se abría bajo el peso de su cuerpo vacio. El gaznate tiznado en bermellón rompía con la virulencia de la impotencia el viento cortante, provocando ecos en tan desolado margen, sin nadie a su derredor para escucharle, al menos supuesto así habría. No existía un "algo" que pudiese apartarle de su suplicio, por más que seccionase la carne dadivosa, o que entre momentos de repentina enajenación repitiera lo que sus ojos acostumbrados estaban. Nada, sus gritos mudos como siempre, no eran respondidos. Hasta ahora.
"Complacido será entonces…" – Y sus orbes aguados rebuscaron los confines vacíos de su derredor – "Recibe de entre mis manos esta nueva vida como una herida latente, mas no permitiré jamás que el suicidio cure la cicatriz. Deseo que vuestro amado Creador contemple, a cualquier hora de su eternidad, la abierta grieta que hoy doy sobre su oculto orgullo. Este es el castigo que le inflijo. Esta es la oportunidad que te doy".
Gutural voz resonó en las inmediaciones de sus canales auditivos, abarcando prolijamente la totalidad de sus sentires en una mescolanza tan compleja que compuso uno más de sus enigmas. Blanco comprendió sus bochas, cegándole, seguido por un negro más espeso que la misma brea.
Silencio…
"¡Apareced, irrisorias envergaduras de los castigos eternos!...
¡Venid, pues, a quitar mi aliento de su prisión dañina… a liberar mi alma aherrojada en el cerrojo de este cuerpo terrenal!"
Rótula dio contra la arenosa alfombra que se abría bajo el peso de su cuerpo vacio. El gaznate tiznado en bermellón rompía con la virulencia de la impotencia el viento cortante, provocando ecos en tan desolado margen, sin nadie a su derredor para escucharle, al menos supuesto así habría. No existía un "algo" que pudiese apartarle de su suplicio, por más que seccionase la carne dadivosa, o que entre momentos de repentina enajenación repitiera lo que sus ojos acostumbrados estaban. Nada, sus gritos mudos como siempre, no eran respondidos. Hasta ahora.
"Complacido será entonces…" – Y sus orbes aguados rebuscaron los confines vacíos de su derredor – "Recibe de entre mis manos esta nueva vida como una herida latente, mas no permitiré jamás que el suicidio cure la cicatriz. Deseo que vuestro amado Creador contemple, a cualquier hora de su eternidad, la abierta grieta que hoy doy sobre su oculto orgullo. Este es el castigo que le inflijo. Esta es la oportunidad que te doy".
Gutural voz resonó en las inmediaciones de sus canales auditivos, abarcando prolijamente la totalidad de sus sentires en una mescolanza tan compleja que compuso uno más de sus enigmas. Blanco comprendió sus bochas, cegándole, seguido por un negro más espeso que la misma brea.
Silencio…
Mircea~
Este escrito forma parte del proyecto del mes de junio perteneciente a Adictos a la Escritura.