Proyecto Julio: Aniversario


Destinos Cruzados
 
Calamidades varias habían sacudido su hogar  durante años, solo en su habitación, ya nadie recordaba que existía, y, no es que en tiempos arcaicos haya sido diferente, no. Se recostó sobre su lecho mirando al techo. Hoy era su cumpleaños. Y, no había nadie para compartir pensamientos en voz alta.
Cerró sus largos dígitos y acarició con uno en particular el control del equipo de música que en cercanía reposaba. “Please” de un grupo llamado Staind explotó en la alcoba a todo aforo, nula gana tenía de gozar de vida; era pobre y, para rematar, ni trabajo tenía. Por razones obvias ni de un trozo de pastel gozaría. Probaría y bebería su saliva, una y otra vez, otra vez… y durante muchos minutos más.
Cerró los ojos, la oscuridad se estaba devorando la estancia con él incluido. — ¿A cuántos has castigado padre, con este destino?—las palpitaciones del músculo motor resultaron exasperantemente agitados, como si estuviera excitado por algo que el dueño desconocía completamente. Sin soportarlo más se levantó de la cama.
Se humedeció los labios helados, el frío corroía sus huesos. Hambre y sed,  uno solo, como el cuerpo al alma, como alma al cuerpo. Dio leves pasos hasta su ventana, una neonata musicalización resonó nuevamente en paredes llenas de grietas, grietas símiles al de su apocado y angustiado espíritu.
Con fuerza dejó caer de soslayo su anatomía sobre el alféizar, sus suaves cabellos negros humedecidos por el sudor, ensuciaron  una pequeña porción del cristal. Estaba excitado, reiteraba, pero ¿Porqué?  Pronto, comenzó a entender.
Observó de reojo el cuarto, era un amnésico, cómo pudo olvidar algo tan elemental, ahora todo encajaba fielmente, y fiel fue él a su locura. ¡Eso era! Se llevó ambas manos a la cabeza cerrando los puños, enloquecido. ¡Loco! No, él no lo estaba, todo era una mentira, la gente lo estaba ¡El mundo lo estaba! ¡Tú lo estabas! Menos él. No había más cuerdo… que él.
Sus ojos azules rodearon suelo, paredón, exterior, interior, ¡Todo! Incluso su sapiencia descompuesta, pero ¡Ojo! Él… no estaba loco. Y, saborear la locura es el billete en primera clase a las obras y descubrimientos más grandes de la historia. — ¡AAHHH!...—gritó, y al instante se miró en el espejo anclado en el muro frente a su cama. Lentamente, segundo a segundo, sus manos fueron soltándose, dejándose caer fluidamente por su humanidad hasta colgar una a cada lado en armonioso movimiento. Su azul mirada no descansaba más que en su rostro, lo tenía todo, ¡Todo! Y ahora, no quedaba nada. Solo su alma, solo su cuerpo, solo su mente, solo sus movimientos, solo su respiración, solo su… voz grave y melódica. — ¡Vengan! Os permito que hoy me piséis y me toméis como mancebo. Empero no olvidéis que es sólo por hoy… porque es mi cumpleaños. Aprovechad mi buena disposición. —se encogió de hombros, esperando que alguien saliese de las sombras diciéndole ¡Sorpresa! Sin embargo, nada ocurrió.
Se sintió abatido, el simple hecho de que nadie se acordara de él ya le sacaba de quicio, era algo imperdonable, irrisorio. Y si la montaña no venía, él iría a ella. Se colocó su chaqueta de cuero, tomó la nueve milímetro que estaba sobre el velador y salió de la morada.

Nunca se le atisbó tan oscuro como esa noche, sus vestiduras, acentuaban curvas y musculatura, esbelto ente reluciente de seriedad empañada por un pasado colmado de dolor jamás detuvo su andar, ahora, solitario en medio de la noche, oteó a un grupo numeroso de féminas que cuchicheaban sin parar, “feliz aniversario mis queridas adictas a la escritura. Y espero que sean muchos más”. Bingo, ilusas…—pensó.
Destino que con suerte escrito está a medio camino, él, escribiría el resto de todas aquellas vidas lisonjeras con su arma, una verdadera lástima que esas jovencitas serían la fiesta de su sentir. Sacó un cigarrillo de su chaqueta, y seguidamente, lo encendió; un par de caladas antes de llegar a ellas que seguían felices por el encuentro en persona que habían gestionado después de largo tiempo. Gabriel, se rascó la mejilla con la punta del revólver mientras apretaba el cilindro humeante entre sus labios sin dejar de succionar de vez en cuando, cruzaba la calle con serenidad, evitando sospechas prematuras, no obstante, era evidente su intensión en cuestión.
Increíblemente, la adrenalina ante el peligro futuro siempre prende la mecha antes, presiente, avisa, sin siquiera el humano mismo dar cuenta de la situación que prosigue. Dos ojos negros se dieron vuelta ante la explosión sexual armada hasta los dientes casi. — ¡¡CORRAN!!—la mujer dueña de un alto tono, activó la chispa de las restantes que, casi volando, atravesaron el jardín principal de la casa, buscaban refugio, buscaban a la vida ¿Dónde estaba? No la hallaban, ése maldito demonio que disparaba tras ellas las arrastraba al averno. No sentían cansancio, no había dolor, no estaban faltas de oxígeno, todos sus sentidos estaban despiertos ahora más que nunca. Vivir o morir, he ahí la cuestión.
Ella miró a su esposa a los ojos diciéndole en silencio que antepondría su pecho ante las balas, si fuese el caso. Ambas guerreras nacidas en un tiempo desacertado morirían luchando. La dueña de la casa oteó por la ventana, otras dos luchaban estancando la puerta principal que el acechador empujaba empecinadamente, disparando al siguiente segundo contra la chapa, pero ella, estaba aterrada ante la escena de compañeras caídas como moscas en el jardín, muertas dando el último aliento, agonizando, extendiendo sus brazos en busca de una mano amiga, pidiendo ayuda para no abandonar el cuerpo.
La fémina que había gritado antes se paró en el centro de la sala. Gabriel recargaba municiones. Ella miró a su alrededor y sólo vio a mujeres dispuestas a morir contar de que una saliera con vida y contara algún día, lo que aconteció allí. Se preguntaban el porqué no habían llegado los varones del grupo, como siempre, nunca estaban cuando más los necesitabas. Sonrieron todas al mismo tiempo sin decir nada, pensaban con tinte de broma ídem. — Feliz Cumpleaños a todas—hizo una pausa, retomando seriedad—: hoy es el día en que viviremos nuestra propia historia para ser contada en algún mañana. No hablaré de esperanzas de vida porque se ven nulas. Moriremos hoy, pero, viviremos mañana. —comprendiendo la realidad final, todas y cada una de las mujeres agarraron lo primero que hallaron, se encaminaron a la puerta y esperaron. El asesino derribó el pórtico, las miró, y, acto seguido, apuntó. Sin preámbulos, las adictas escritoras le dieron la bienvenida.
Happy birthday. 
                                                                      Rossiel Black Dark.

Este escrito forma parte del proyecto del mes de julio perteneciente a Adictos a la Escritura.