Proyecto de Febrero - Rossiel Black


Cupido Paga Doble
 
            Ser el Cupido del universo era un fastidio paupérrimo, si bien, esta tarea no le dejaba mucho tiempo para llevar a cabo una vida social más extensa con sus pares. Ante tal efecto, lo único que le quedaba por hacer era precisamente eso, “hacer y deshacer” con los libres de sentimiento para que se emborracharan de amor con el que más estimara… él.
            Se meció lentamente de un lado a otro mientras entretejía un plan, la siguiente pareja ya estaba frente a él, a unos escasos pasos quiso pensar, sino fuera por el enorme vacío que los separaban pues adora, como lo poco que solía satisfacerle, permanecer en los rascacielos, entre más altos fuesen estos mayor el sentimiento de libertad le adornaba el rostro.
            Se podría pensar que el Cupido era siempre un ser lleno de risa exquisitamente armoniosa, un ser lleno de amor, colmado de dulce felicidad el cual decidía compartir con el resto de la humanidad, pero fehacientemente estaba lejos de ser así. Durante milenios él nunca llegó a acariciar la idea de sentir una punzada de deseo hacia otro, no… muy por el contrario, todo le apestaba. Empero el trabajo es trabajo.
            Su gabardina ondeó ante la galerna indecorosa que osaba levantarle las polleras a las jóvenes en medio de la caminata. Él inclinó el rostro levemente para intentar atisbar un poco más bajo las faldas ya que tenía una visión celestial, esas bragas sólo eran un estorbo para los viriles machos que babeaban confundidos al tratar de decidir a quién  mirar primero. Estúpidos, nunca aprenderían, si supieran que era tan fácil como agarrar a una de ellas y arrinconarla en un callejón oscuro y hacer lo que quisiesen. Bueno, bueno, ese pensamiento se lo guardaría puesto que siendo quien era no podía dar ciertos consejos.
            Su cuerpo se flexionó hacia adelante y en un abrir y cerrar de ojos se había lanzado hacia el precipicio con una indolente sonrisa. Justo antes de caer se irguió todo lo que pudo para acabar sobre el suelo y enseguida la tierra tembló bajo sus pies flexionados. Heme aquí la razón porque existían movimientos telúricos, las personas decían que las placas tectónicas se acomodaban pues bien, sólo él sabía que no era así, todo era su culpa. Entre más alto el rascacielos más fuerte se estremecía la tierra. Este era pequeño.
            Las personas a los pocos minutos del temblor retomaron el ritmo habitual de sus vidas. Después de todo no había más opción que acostumbrarse. Él siguió a un hombre completamente nervioso que se comía las uñas en tanto daba otra zancada hacia su cita; él conocía perfectamente a la mujer pero ella no a él, así que legalmente y para todos, esto significaba una cita a ciegas. El hombre usaba gafas grandes pero sus ojos eran azules como el océano, era tímido e inseguro de lo que su boca patética posiblemente escupiría para agradar a la mujer, todos sus anteriores amores habían sido una mierda, la había cagado una y mil veces y se dijo así mismo que está sería la última oportunidad que se daría. Ni siquiera amigos tenía. Se pasó una mano por su corto cabello azabache, brillante y pegajoso por tanta gomina dejada torpemente. Tenía el porte y el físico de los Dioses, no obstante nadie lo notaba, era una rata invisible y mal vestida. Era tonto, pero a veces detrás de esas apariencias engañosas que se ven a visión tangible engañan por completo y pierdes estúpidamente la oportunidad de tu vida de estar con una persona maravillosa, pero los humanos son prejuiciosos, de ahí que muchos acaban solos y echándole la culpa a Cupido o a Dios de su fatídica existencia, carente de emoción.
            El joven se sentía observado por lo que miró hacia atrás, un hombre de extraña apariencia le seguía, parecía un gótico buscando a su Morticia, pero no… lo seguía a él, de eso estaba seguro pues el tipo lo miraba descaradamente a los ojos cuando se giraba para ver si seguía tras su espalda. Sin pensar en  nada y al notar que llegaba al sitio de su cita, se adelantó asustado pasando por el lado de un camarero, estuvo a punto de chocar con éste pero alcanzó a esquivarlo a tiempo. A Cupido se le ocurrió que el hombre debía caer sobre la chica como en tiempos arcaicos se hacía para que el primer contacto aflorara más precipitadamente y se enamoraran a primera vista. Movió el índice y enseguida el pie de un persona movida por su capricho se colocó frente al joven de gafas. Tal como lo había pensado Cupido, el joven cayó directo sobre la chica, sobre sus pechos empero muy contrario a lo que imaginaba, la mujer se indignó y le propinó una cachetada que restalló erráticamente sobre las gafas del sujeto. Este nervioso y pidiendo perdón se arrodilló al piso en busca de su lentes. Cuando se levantó izó la mirada hacia la mujer, estaba furiosa y avergonzada pero intentaba controlarse.
            —Disculpe, no era mi intensión —dijo, intentando calmar los ánimos. Cupido tuvo otra idea y la lanzó a la mente del chico. Éste a modo de disculpa le agarró la muñeca y la atrajo hacia sus labios intentando ser sexy, le besó el dorso—. Tu piel es fuego para mí —añadió, pero él no reconoció esas palabras como suyas así que abrió los ojos, estupefacto. Enseguida cayó en cuenta de que apresaba la mano de la mujer que poco a poco el rostro se oscurecía por un sentir alarmante. Ante el contacto de la piel de la mujer, el joven babeó puesto que en su vida nunca había tenido oportunidad de rozar siquiera a la mujer de sus sueños. La chica, impactada por el hilo de saliva que caía de las comisuras del hombre y que se alojaba en su delicada mano se colocó de pie  de un brinco. Ya no podía más, seguramente sus amigas ahora estarían riéndose de ella en su casa por la cita a ciegas que estas mismas le habían preparado—. ¡Suéltame asqueroso! —y de un tirón de deshizo del agarre del tipo, este  cayó de bruces por el empujón hacia adelante. Realmente se sentía humillado, finalmente entendía que el amor no era para él.
            Cupido estaba con la boca abierta, desencajada, le había cagado la cita al pobre idiota ahora tendido sobre el suelo que intentaba recoger un poco de su orgullo. El chico se levantó y observó al amor por encima del hombro, el único causante era ese sujeto de negro, las acciones anteriores habían sido colocadas forzosamente en él, y aparte, notó que un camarero pasaba a través del cuerpo del sujeto. Sólo él lo veía. Se levantó del suelo como pudo mientras la gente aún se reía a medio-escondidas de él, y se aproximó a Cupido.
            —No sé qué es lo que piensas hacer. ¡Es tu maldita culpa! Te exijo que me des a alguien para amar, y no aceptaré un no por respuesta —estaba enojado, por primera su voz fluía varonilmente y evidenciando demanda rauda. Cupido lo miró un par de minutos, pensativo, no tenía a nadie con ganas de amarle, pero por obvias razones se sentía culpable de que así fuera. Así que sonrió de medio lado sin apartar sus intensos ojos negros—. Qué más da. Me tocará darte amor yo mismo para enmendar el dañoese mismo día el joven falleció, retirándose a una vida donde estaría feliz sin importar lo que pensaran los demás.
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