Empédocles ~ RataKruel


Ni Moisés, amarillo de rabia,
podría separar este mar de fuego.

En cambio,
YO,
DIOS violáceo,
Viril,
Afrodisíaco,
Uno y todos,
atraigo las luciérnagas alucinadas
que conforman la Luna,
tomo impulso, desde el vórtice anaranjado del delirio,
para rasgar el delicado himen de la Noche.

Ciego, como un murciélago,
adoro mi reflejo distorsionado
en el espejo roto del Océano del Caos.

Me reconozco:
soy una niña,
soy una sombra,
soy el Dios renacido del muslo de Zeus.

Mis manos están tiesas,
mis pies, entumecidos.

Vomito.

El vértigo me anima.

Las antenas de una cucaracha,
las tenazas de la angustia,
los ojos de mil peces irreales
como pezones de vino coagulado
de una puta de jade
sobre la mesa del destierro,
me oprimen la garganta
con los dedos negros, gelatinosos,
agusanados, de la MUERTE.

La belleza me hiere.

Me asfixia el viento azul,
que aúlla conmigo
mi larga e interminable caída
hacia el magma de frutillas rojo-sangre.

Lúbrico, ocre, desnudo, me hundo gozosamente
en el húmedo y fértil útero de la Tierra.

Volveré.

Seré el Sol que dore tus senos blanco-jazmín de muchacha,
te veré inmolar de voluptuosidad,
viviré al ritmo de tus rosadas cópulas;
seré el esperma que te fecunde;
seré quien te ame en secreto;
seré también tu confidente y tu protector;
me derramaré sobre todo, azafranado, como una micción absoluta;
seré el espacio más cercano y más lejano entre dos puntos;
seré la recta, el círculo,
y la pendiente en la que el Universo se transforma en línea.

Volveré, eternamente púrpura.
Ni Moisés, amarillo de rabia,
podría separar este mar de fuego.


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