Candados~ Guadalupe

La puerta se trabó; sentía penumbra y calor insoportables.
Tal vez de tanto imaginarlo, la
joven serena y gustosa le dio la bienvenida.
—Señor Diablo, qué gusto conocerlo. Siéntese;
esta es mi cama. Le ofrezco algo: un café, agua...
dígame... Y ella obtuvo respuesta de aquella inverosímil
presencia.
—¿Qué quieres, tú...?
—Platicar de los pecados, señor Diablo. Es
usted tan fantástico que llegué a dudar de su existencia.
Me permite encender el ventilador para que
refresque un poco. En realidad, no es usted tan feo
como se comenta. Hay gente todavía más fea...
El Diablo garraspeó y se colocó más erguido.
—Al grano, jovencita, qué me vas a platicar.
—Traté de comunicarme hasta con un garrafón
de agua, pero fue en vano. Éste permanecía
frío y estático ante mis palabras y en su sitio. Miré
a las moscas y ninguna se mantenía en un lugar
fijo para escucharme. Entonces, hablé y hablé, ya
sin intención de ser escuchada. Primero con Dios,
y luego contigo, a sabiendas que los dos son sólo
un mito.
Se escucharon los
candados.
Ante la inquietud del diablo, la joven amonestó:
—No me diga que lleva prisa, ¿tiene mucho
trabajo?
—Así es, tengo unos pendientes. Deudas de
personas que no quieren pagar, tentaciones que
deben insistir...
Su voz cavernosa iba dejando un eco en la habitación.
—Señor Satanás, yo he seguido al pie de la
letra los mandamientos de quien usted ya sabe.
Parece ser que Él no ha quedado conforme, me ha
ido mal. A mis ojos les han comenzado a salir cataratas,
las reumas no me dejan dormir. Míreme,
he envejecido más aprisa de lo establecido. Trabajo
hasta la madrugada para ser honrada, como con
moderación para que mis gastos no se eleven, me
baño con escasez para no caer en la vanidad y evito
la codicia de tener más de lo convenido.
El Diablo se restregaba la nariz aguileña en
señal de mal olor, pero la invitó a continuar la
plática...
—Usted ha sido muy astuto en ponerme tentaciones,
y sabe que no he caído.
El Diablo sonrió y al fin respondió:
—La verdad, tú has sido una ignorante que
todo se ha creído. No me sorprende tu presente.
Ella boquiabierta, continuó...
—Dígame si es normal haber visto a mi amor
más que como a un esposo, como a mi prójimo. Y
ahora resulta que infringí la ley, pues hasta sin
marido me quedé y los hijos `bien gracias´. Pero
como este asunto es laico, le apuesto que hasta con
un loquero me llevarían si les hablo del amor al
prójimo.
—Únicamente tú responderás por tus actos,
con religión o sin ella; con Él o conmigo. Si tienes
cuentas pendientes con la justicia, eso lo arreglarás
tú. Esto nada tiene que ver con nosotros, los de
este otro mundo. Yo no te quiero conmigo. Sólo
acepto gente importante, con clase: un Hitler, un
Hernán Cortés, un político. Así con gusto te recibiría,
pero contigo ganaría sólo vergüenzas. Dime
cuánta riqueza has codiciado, que por tu causa
mueran millones de personas en la miseria. ¿A
cuántos cientos de menores has corrompido? ¿Acaso
eres productora tan siquiera de pornografía...?
Ella respondió con pena: No.
—Entonces Satanás, por qué el castigo.
Satanás le hizo una recomendación: “Intenta
hablar con el juez. Yo que sé de tu vida, te conviene
hablar con Él, para que hagas un arreglo con tus
pecadillos y dejes de estarme molestando con que
estarás conmigo”.
—Señor Diablo, podría usted hacerlo por mí.
Usted es el único que no me ha condenado. Me
escuchó; no es tan malo como dicen. Además, a
usted y al Supremo les hablé por igual y fue usted
quien respondió. ¿A qué se debe el honor?
—Simplemente pasaba por aquí. Te escuché y
estabas sola. Tenía cientos de años que no me reía.
Mira que hablar con un garrafón de agua... ¡ja, ja, ja!
Ella inclinando la cabeza le reprendía: No se
ría de mí. Ya lo viera en mi lugar. Pospondré su
consejo. Estoy alterada y temo ser grosera con el
Creador. Y a usted, en cambio, quiero darle las gracias
y decirle que me ha comprendido. Usted sabe
de justicia. ¿Estudió en alguna universidad? Y, si
la justicia está relacionada con el amor... ¿Por qué
si es justo, no ama?
Con incredulidad el Diablo respondió:
—¡Claro que amo! Boba. Doy todo a mis discípulos:
los tengo en su totalidad. En cuanto a lo
justo, debes estar confundida. ¿Leíste acaso el
Código penal? Tú no eres justa contigo; eres tan
ignorante, como yo santo. Me estás aburriendo con
tus bobadas, siempre como todos: justicia y amor,
¡va! Arregla tus asuntos legales con tu juez. Me
marcho.
—Antes que se vaya le diré: Sí, me es más
fácil hablar con usted, que con mi juez; él siempre
está ocupado; es tan importante que...
Satanás envolviéndose en su capa se marchó.
Ella miró hacia su cama.
En la habitación de la cárcel se escucharon
los candados.


[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Males Del Corazón.

Se le veía reír sin razón, llorar cuando todos reían; 
se le creía loca. 
Sus padres acudieron con un médico; 
ella nada tenía, aunque iba empeorando.
Llevaba días postrada en su cama, días suspirando.
Desesperados sus padres y aconsejados
por amigos, la llevaron con una bruja.
La hechicera la examinó minuciosamente.
Encontró el mal: estaba maldecida. No tenía la
mitad de su corazón, esta mitad la tenía el ser más
rechazado en la región. Y sólo protegiendo la vida
del monstruo ella podría vivir. Estaba condenada a
morir en cuanto la bestia muriera.
Sus padres no encontraban explicación a esta
maldición y enviaron cazar al monstruo. Él los enfrentó
y los maldijo con lo que más querían: su
hija: “en el momento que él muriera, ella moriría
también”.
¿Cómo salvar a su hija de esta sentencia?
Los padres lo odiaron aún más y no creyeron.
El padre personalmente fue a la caza de la bestia y
la mató. Regresó a su hogar con aire victorioso,
pero encontró a su hija muerta en su lecho.
La madre puso los ojos en su esposo e inclinando
la mirada dejó en el pecho de su hija una
carta de amor que ella siempre llevó consigo.


[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Espiritu vs Corazón~ Guadalupe.

Hasta la salvación del alma
es un acto del intelecto.
Anónimo
Estoy cansada; estás destruyendo mi cuerpo
¿por qué?
—Esa es mi función, mantenerte distraída de
la realidad. Tú no eres un cuerpo físico; eres un
espíritu atrapado en el cuerpo, y seguirás así mientras
permitas que sea yo la autoridad en tu cuerpo,
mientras me sigas alimentando; él muere cada día
un poco.
—¿Por qué tengo cuerpo?
—Lo tienes para rescatar al espíritu. Si no salvas
tu vida, el espíritu está perdido. Así te den mil
cuerpos, si no salvas a tu espíritu en uno de ellos,
éste morirá irremediablemente. Para vivir necesitas
cuerpos físicos, por eso te he mantenido en un
círculo que no tiene principio ni fin; pero permites
que tu espíritu se debilite en cada vida física. Estoy
a tiempo de tener el poder total de tus vidas.
Acabaré con una y otra hasta el infinito. No habrá
más espíritu con quién luchar, tendré el poder.
—¡No lo tendrás! No te daré más autoridad, ni
te alimentaré. Mi espíritu tendrá ahora la autoridad.
Sé que está aún débil para tomar el mando,
pero lo alimentaré cada instante de mi existencia,
así cobrará fuerza ¡Te venceremos!
—Ja, ja, ja, no podrás: te gusta la vida material,
respondió mi corazón.
—¡No! me liberaré de ti, y mi espíritu será libre
por siempre. ¡Muere corazón!
—Ja, ja, ja, ¿quién eres tú?
—¿Yo?... soy el alma de este cuerpo.
El corazón enmudeció.

[Este relato no pertenece a los autores de este blog]

¿Por qué acepta usted mis preguntas?~ Guadalupe

Antes de estar aquí, no recuerdo haber estado
en otro lugar. ¿Será tal vez que no existo...
entonces, de dónde vienen estos sueños?
—¿Recuerda usted cómo llegó aquí?
—No, nunca tengo memoria de mí. Ignoro qué
estoy haciendo.
—¿Cómo se ha mantenido viva?... porque se
ve usted viva.
—Esto que llevo conmigo es una mascota y es
a la única que escucho. Tenemos entre nosotras una
comunicación que nadie más comprende, y si la
abrieran, sólo encontrarían lo que tienen todas las
demás.
—¿Cómo sabe que su mascota es igual a todas
las demás?
—Las he observado, comparándolas con la
mía... ¿Comprende usted que mi cuerpo es mi
mascota?
—No, realmente no lo había visto de esa manera.
Pero, ¿por qué acepta usted mis preguntas?...
—Esté usted seguro que no es precisamente
por darle una respuesta; soy yo quien las está obteniendo.
—Entonces, ¿lo hace por usted?
—Tal vez. En sí, yo no existo. Es mi mascota
quien existe.
—Y Dios, ¿le recuerda algo?
—Me suena; me suena. No es de quien todos
hablan en este lugar, tanto así que la curiosidad no
me deja. Pero ya ve, poco a poco todo se le pasa a
una y más si resulta que es invisible y mudo.
—¿Cuál es su realidad?
—Para qué decírselo, si es deforme y cambia.
Por qué no dejarme como estoy. Mañana seré...
Creo que sí se dice mañana ¿verdad? Seré invisible,
como lo he de haber sido ayer...
—Mañana lo veré. Duerma usted.


[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Muñequitas~ Rosa Guadalupe Cerón

Esta vez se ha terminado tres cajetillas de cigarros.
Hay tiempo para que fume.
Todo lo que tiene que ver lo ha visto. El ingreso
quedó atrás: ese llegar sola, el regaderazo de
agua fría, las huellas, las fotos, la penumbra de los
cuartos de ingreso, las preguntas, el cambio a otro
dormitorio..., el despertar en un lugar extraño. Todo
se vuelve rutina y la espera contiene los pasos, las
preguntas y la voluntad. Nadie menciona sus derechos,
las palabras pierden credibilidad en la cárcel.
Las pequeñas riñas se vuelven aparadores de
mujeres. No hay prisa, mas que para unos cuantos
pesos y un bocado casero.
Como muñequitas de cuerda repiten todas las
noches: “Un día menos”. La vanidad y la discordia
se vuelven grandes. Un vestido, un adorno, un novio
se vuelve status, clanes de mujeres. Las responsables:
las religiosas, the bad girls; en fin, cada
una en su línea.
Pasa el tiempo; nuevas caras misma hora de
cerrar. No rayan la pared para contar sus días, evitan
saber fechas, a menos que haya algo nuevo.
Los trueques son exclusivos y se dan a similares.
Una noche de compañía algunas por vanidad,
otras por prescripción médica, por unas monedas,
por pasar el rato, por dispensa o importancia personal.
La moralidad muy por debajo de los intereses.
Derecho de antigüedad y respeto por el delito.
No hay reposo y sí derecho a terapia. Se prefieren
las cosas exteriores..., lapsos de olvido y reproches.


[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Un Mensaje Que Llega Al Alma - Autor que Adoro.

Yo tengo una particular predilección hacia todo lo que no puede vulgarizar
el contacto o el juicio de la multitud indiferente. Si pintara paisajes, los
pintaría sin figuras. Me gustan las ideas peregrinas que resbalan sin dejar
huella por las inteligencias de los hombres positivistas, como una gota de
agua sobre un tablero de mármol. En las ciudades que visito busco las calles
estrechas y solitarias: en los edificios que recorro los rincones oscuros y
los ángulos de los patios interiores donde crece la yerba, y la humedad enriquece
con sus manchas de color verdoso la tostada tinta del muro; en las
mujeres que me causan impresión, algo de misterioso que creo traslucir
confusamente en el fondo de sus pupilas, como el resplandor incierto de
una lámpara que arde ignorada en el santuario de su corazón, sin que nadie
sospeche su existencia; hasta en las flores de un mismo arbusto creo encontrar
algo de más pudoroso y excitante en la que se esconde entre las
hojas y allí, oculta, llena de perfume el aire sin que la profanen las miradas.
Encuentro en todo ello algo de la virginidad de los sentimientos y de las
cosas.



[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Mi Autor Favorito - Es Realista - Frivolo.

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen
los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el
arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del
mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que
engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare
en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin
número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida
serían suficientes a dar forma.
Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible
confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña,
semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen
en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar
fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse al beso del sol en
flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro
rastro que el que deja un sueño de la media noche, que a la mañana no
puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva
en ellos el instinto de la vida, y agitándose en terrible, aunque silencioso
tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz, de las tinieblas en que
viven. Pero, ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un
abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra tímida y perezosa se
niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e impotentes, después de
la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. Tal caen inertes en
los surcos de las sendas, si cae el viento, las hojas amarillas que levantó el
remolino.
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas
de mis fiebres: ellas son la causa desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones
y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí:
paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi
cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término y a
éstas hay que ponerles punto.
El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje.
Sus creaciones, apretadas ya, como las raquíticas plantas de un vivero,
pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos de la
memoria, como el escaso jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso
a las aguas profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas
por un manantial vivo.
¡Anda, pues! andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia
os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables. Os vestirá, aunque
sea de harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo
quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida de
frases exquisitas, en las que os pudierais envolver con orgullo, como en un
manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros,
como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume.
¡Mas es imposible!
No obstante necesito descansar: necesito, del mismo modo que se sangra el
cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precipita la sangre con pletórico empuje,
desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.
Quedad, pues, consignados aquí, como la estela nebulosa que señala el
paso de un desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo
en embrión que avienta por el aire la muerte antes que su Creador haya podido
pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches sin sueño volváis a pasar por delante de mis
ojos en extravagante procesión, pidiéndome con gestos y contorsiones que
os saque a la vida de la realidad del limbo en que vivís, semejantes a fan
tasmas sin consistencia. No quiero que al romperse este arpa vieja y cascada
ya, se pierdan a la vez que el instrumento las ignoradas notas que
contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una
vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza.
El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a
flaquear y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me
cuesta trabajo saber qué casos he soñado y cuáles me han sucedido; mis
afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales;
mi memoria clasifica, revueltos nombres y fechas de mujeres y días que
han muerto o han pasado con los de días y mujeres que no han existido sino
en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabeza de una vez para
siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte sin que
vengáis a ser mi pesadilla, maldiciéndome por haberos condenado a la nada

antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados,
y quedad en él como el eco que encontraron en un alma que pasó
por la tierra, sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje; de una
hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones
más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el
abigarrado equipaje de un saltimbanqui, el tesoro de oropeles y guiñapos
que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro.



[Este relato no pertenece a los autores de este blog] 

Tu y Yo....- Rol

Años estando en esa escuela. Se la conocía cómo la palma de la mano, sin embargo, ése jardín era uno de los pocos lugares a los que no solía asistir seguido. Tan alejado de las carreras de los alumnos, tan lejos del griterío infantil de los niños que ése lugar era por demás, un sitio dónde la paz reinaba. Un lugar para nada de su gusto. Allí no había victimas a quienes atormentar ni castigos que cumplimentar.

Lo único de su gusto
era el hermoso rosal que se alzaba en el centro de aquel tan secreto jardín. Rosas de fieros tonos rojos que se asemejaban al color de la sangre, tallos decorados con filosas espinas que se enzarzaban con la maleza, haciendo tarea imposible el arrancar una sola rosa sin ser lastimado por los protectores de las rosas. Sonrió con sorna.


Él era igual que las espinas
.



Protegía a la escuela de bellos alumnos con las espinas que sólo él era capaz de enmendar. Un trabajo pueril que nadie reconocía. Un algo que no era de categoría. Bien sabía que ése trabajo no era de su categoría, sin embargo, gustaba y disfrutaba de desmembrar personalmente a quienes fueran capaces de poner un pie en dónde ahora, bien podría decir que era su hogar.


Avanzó hasta unos asientos de piedra donde procedió a sentarse, dejando que la caprichosa brisa jugase con su larga cabellera.
Un maldito día en el internado como siempre, le hacian firmar uno tras otro papel....algo molesto camino por todo el internado, mirando a los pútridos humanos que por sus rumbos avanzaban sin prestarle atención a nada. Rossiel por hoy esta cansado de jugar con niños, no le incitan, la desmotivación se hace presente en su vida ¡¡maldito día!!...no dejaria que le llevasen a su despacho. Oh no, claro que no, el se tomaria ese día ¡¡libre!!. De un momento a otro. no se dio ni cuenta de ello, hasta cuando llego a ese lugar, el cual nadie conocia mas que unos pocos y esos eran contados con los dedos...O claro, ese seria el lugar indicado para echar una siesta "El jardín secreto" ...ahí nadie se atreveria a molestarle, suele ponerse de mal humor cuando eso pasa, asi que cuidado...Rossiel hoy busca un mundo de paz y no desea ser molestado. Sus pasos marcaban levemente el terreno cuando se adentraba en los rosales, nada como aquello...pero se detuvo en seco cuando vio que su lugar oculto ya no era tan "asi"...volvio a encaminarse hasta llegar frente a la banca donde aquel hombre yacia sobre una de SUS bancas, mirando con una ceja enarcada. -...y tu que haces aqui?...- pregunto con un tono de voz calmado, muy calmado y eso era extraño, el nunca estaba de buen humor.




Cuando escuchó la voz foránea enseguida la identificó. Rossiel. El director que en su día le contrató. La persona que en parte le ayudó a salir de la monotoa de la vida anterior. Una persona de oscuro corazón que se atrevía a decir, jamás había amado cómo correspondía. Nunca. A nadie.


Giró con parsimonia la cabeza hacía dónde sabía que provenía la voz. Su cabello se onduló entornó a su hombro, dándole por demás un aspecto casi infantil, sin embargo, en sus azules luceros residía aquel encanto fanático del sadismo que sabía, a estas alturas de la vida, ya no podía ocultar. Sonrió con calma, no había motivos por los cuales alterarse. No hizo ademán alguno de moverse. Oh, estaba en su merecido descanso, gustase de ello o no el portador del apellido Black.


- Descansar. – Contestó sin más. No hacía falta formalismos. Ambos se conocían bien, desde siempre. Su tono calmado no le sorprendió. ¿Tanta confianza tenían? No, no se trataba de eso, pero lo cierto era que gustaba ver esa calma en quién era temido por los alumnos. Si. Adoraba verlo en esa posición. Estuviera o no molesto, el sólo hecho de escuchar esa entonación por su parte le abría las puertas a un mundo cuyo único significado... ni el mismo entendía.




Entrecierra los ojos curioso aun mirandole, suspira, sin saber el porque ese día no podia sentirse furioso aunque lo quisiera. Da un paso girando con elegancia su cuerpo, tras sentarse en la banca, echando sus brazos hacia, apoyandolos en el respaldo....levanto el rostro mirando al cielo apoyando sus cabellos de igual forma contra el respaldo. -...asi que descanzar no? Yullian ...- musito con suavidad, mirandole de soslayo, mirando cada detalle que este hacia, claro que si, era un hombre sensual "humano", pero bueno Rossiel debia reconocer de la belleza cuando así era...un tierno y provocador joven, cuantos siglos habian pasado desde que algo no le gustaba en verdad?...muchos, casi una eternidad entera...claro, es que Rossiel no conocia el amor, pero, nunca nadie sabe que puede pasar, el es altivo, un hombre de poco genio...pero eso no quita el hecho de que alguien algun dia pueda enamorarlo ¿no?.


Adoraba cómo sonaba su apellido a labios del director. Dos años pronto se cumplirían de su estancia en la escuela y desde el primer día había sido él mismo quién por razones de cortesía había obligado a Black a mentarle por el apellido. Lo cierto era que, por suerte, el respeto del director se lo ganó enseguida. Fuera por lo que fuera, ése hombre no se le hacía del todo desagradable. En cierto modo, incluso, le tenía una retorcida estima difícil de explicar. Sencillamente, era algo más que su superior, pero menos que su pieza más valiosa de cuchillos.

- Así es, mi querido Ross. – La confianza en sus palabras estaba más que
latente. No temía al director y esa era razón por la cual, las pocas veces que coincidían le hablaba con ese tono impersonal, con esos motes infantiles y con ése gesto siempre burlón. Adoraba sacar la faceta molesta de aquel de personalidad altiva, sin embargo, en pocas ocasiones le había visto realmente molesto. Era una persona por demás curiosa. Le encantaba. Era tan extraño que le producía el irrevocable deseo de conocerle más y tan frío que daban ganas de alejarse al tiempo que te acercabas.

¿Ross...?...eso hizo que al demonio le recorriera un escalofrio por todo su cuerpo, bajo su rostro mirando ahora cara a cara a Arthur, pensaba sacarle de quicio ese día?...Oh vaya, es que ya lo estaba consiguiendo sin hacer mucho esfuerzo en ello, enarca una ceja algo molesto - Ross?...sabes que eso te puede salir caro...llamarme asi es algo que nadie dice...- frunce el ceño -...por lo que veo tu no cambias ¿verdad?...- espeto con un tono mas fuerte, rapidamente una de sus manos desaparecio, tomandole de la camisa para atraerlo a su rostro a una distancia muy corta, sintiendo su calida respiración - o quieres que te enseñe a ser respetuoso?...- susurro entre labios, levemente sintiendo el roce que estos hacian con los labios ajenos al espetar palabra.










Lo sabía! Podía presumir de conocer los puntos débiles del director, sin embargo, era algo que siempre permanecería cómo un secreto de sumario. Black era suyo. Todo cuanto correspondía a sus secretos, por ende, también le pertenecía. No sabía si era respeto, odio profundo o amor del grande. Pero desde hacía meses reconocía que su interior albergaba algún tipo de sentimiento hacía ése que conocía prácticamente cómo a la palma de su mano.

- ¿Debería cambiar, Señor director
? – Esta vez usó el sarcasmo, no solía, jamás, hablar con respecto al otro, pero de vez en cuando era divertido contrastar sus reacciones, aunque la mayoría terminasen por ser violentas en su gran mayoría. El agarrón por parte del mayor le hizo fruncir ligeramente el ceño, no por el modo, la forma o el acercamiento, si no por que de seguir así, sus ropas quedarían mal colocadas. Mera pulcredad.

El aliento del otro impactarle contra los labios le hizo sonreír. ¿Estaba intentando provocarle? ¿A él?. Oh. No, en ése caso iba por el mal camino. Enervó lentamente una mano y con la misma prosiguió a acariciarle con calma los nudillos, esos que se mantenían ceñidos a su camisa. - Sabe usted perfectamente que yo le tengo respeto. – Una sonrisa cínica y burlesca se ciñó en su antes relajada comisura y poco a poco se fue enervando sobre el banco para quedar en una posición más alta a la de Rossiel pese a estar sujetado por el ropaje.

- joo gatito...que haras? espero impaciente...- pregunto respondiendole con la misma maldita sonrisa, llena de ironismo...al notar que este se enerva, suelta el agarre suavemente...uno por uno esos dedos le liberaban. Oh pero vamos, no es que Rossiel temiera a esas acciones...simple, era una curiosidad la que le impulsaba a soltarle, queria saber que era lo que pretendia ¿estaba loco?...claro que no, el siempre tiene el control sobre todas las cosas que pasan en este lugar, pero ese joven tan altanéro le llama mucho la atencion. -...te ves bastante lindo de esa forma ¿sabias?...- sentecia, apoyando sus brazos de nuevo en el respaldo, cierto, esa reaccion que el joven habia tenido, le habia causado gracia y de alguna forma su mal genio habia escapado por unos segundos. Inclino su rostro de medio lado, poniedo dos dedos en sus labios mirandole cada vez mas entretenido -...y bien que haras?..- dijo con un tono de voz sensual mientras que con la otra mano, echaba sus cabellos hacia atras preparandose para "todo"

Hizo caso omiso a los comentarios del mayor, aunque si agradeció el hecho de que le soltase la camisa, puesto que así tenía sin lugar a dudas un mayor rendimiento en cuanto al manejo de sus propias acciones. No gustaba que la gente se apoderase tan repentinamente de sus emociones, no obstante, y sólo por esta vez, accedería a ello. No sabía cómo terminaría su temeracidad pero ahora por ahora eso mismo era algo secundario a la sed de lujuria que las constantes preguntas de Rossiel hacían en él. Tomarlo ya. De manera sorpresiva, hacerle daño, verle gritar

Todo pensamiento del calibre maquiavélico fue oculto tras una despampanante sonrisa, la misma que antes había utilizado. Cuando el rostro ajeno se ladeó hacia un costado, no dudó en atacar esa zona libre con los dientes, dejando allí marcadas sus fauces cómo el can que marcaba territorio en su comida. No iba a ser cuidadoso, ni mucho menos y lo dejó claro desde el primer roce que sus dientes hicieron sobre la pálida piel contraria, lugar dónde, por la fuerza ejercida, dejó todo un sendero de marquitas que seguro no se irían, no hasta pasados unos días. Aquello iba a ser lo más suave, tenía preparado ya el movimiento siguiente pero antes de proceder necesitaba saber de las reacciones de quién ahora se encontraba prácticamente debajo de su posición.


Las mordidas en su cuello le hicieron sentir "cosquillas", pero, tambien sintio que su deseo de poseerle aumentaba considerablemente, queria deleitarse con cada parte de su piel, vaya...si queria jugar de esa manera porque no decirlo antes ¿no?...esas marquitas que quedaban tapizadas en su piel nieva, le hacia hervir la sangre. -...estas jugando con fuego Arthur...- repuso al instante en que tomo de los brazos del joven, empujandole hacia atrás ¿llevarlo a un lecho de rosas?...Oh vamos, es que una banca nunca seria lo mas comodo...debia buscar el lugar apropiado. Se levanto quedando frente a el, llevo sus manos a los bolsillos sin perderle de vista....dio la media vuelta comenzando a caminar mas al interior del enorme jardin, paro en medio del camino mirando con el rostro de medio lado -...vienes?...- musito con voz seca y fria a la vez que emprendia su paso...mas al interior del lugar habian arboles de tamaño gutural "el paisaje perfecto" para hacer travesuras.


- Se apagar incendios. – Repuso con voz suave mientras se dejaba hacer hacía atrás para seguidamente, enderezarse y quedar en pie tal y cómo Rossiel con el empujón así se lo dictaminó. Claro estaba que él tampoco iba a quedarse en la banca para gozar de los placeres carnales que el director pudiese ofrecerles, pero tampoco deseaba internarse más en la amplitud del bosque que tenían a sus espaldas. ¿Para que hacerlo?. Había un lugar dónde exponer ambos cuerpos que le hacía estremecer con sólo pensar en él.

Observó su despreocupado porte, el modo en el que le daba la espalda para proceder a caminar. Director tonto. ¿No
sabía que de ser un sicario podría atacar su espalda?. ¿Qué de ser un vampiro se hubiese colgado a su cuello?. Sonrió con parsimonia. Esa confianza entregada eran las pequeñas cosas por las cuales seguía asistiendo año tras año a ésa maldita escuela. Cosas cómo esa eran las que ponían el vello de los brazos de punta. Una vez la voz seca llegó a sus oídos aumentó su sonrisa. – No. – No retó, ni espetó, siquiera alzó la voz. Pero estaba claro; No. No iba a seguirle. – No voy, lo lamento. –


Sonrió a modo de disculpa aunque claramente no sentía tal culpa carcomiéndole los sentidos. Era una prueba, un reto. Después de años junto a ése hombre sería la primera vez que rompería el contacto de lo profesional y se sumiría a líneas más interpersonales. Sin embargo, él debería llevar las riendas. - Pero vendrías a despedirte...Ross? -


Escucho el no y se detuvo aún sin dar la vuelta, parado mirando solo al frente...vaya estos humanos si que sabian molestarle con ganas cuando querian, no podia negar que sus decisiones muchas veces le parecian divertidas, pero ¿a que jugaba ese joven? ¿queria jugar con el?...su orgullo no puede ser corrompido por un humano, eso es algo que no se pone en juicio, el esta sediento y al parecer el otro muere por hacerle enfadar, cuantos años bastarian para que el mundo supiera de su grandeza?...quizas no muchos, su destino es tan incierto, tan intangible que hasta el se vuelve frenetico por eso, pierde la cordura, la rabia le encaja de maravilla a ese semblante que parece que no sentira nunca lo que es el amor. El mundo es ciego, pero el no....las palabras muchas veces hacen tantas cosas imprópias, víles como una maldita serpiente...nunca encajan en los lugares indicados ¿porque?...porque nadie quiere perder el orgúllo, claro, puede pasar decadas en este pútrido mundo y seguría vacio, ahí, como un infierno propio, si, el sabia todo eso, pero nadie lo podia ver, el mundo solo le veia como un hombre víl y sin escrúpulos, que mas bastaba para desirle a esos seres humanos que estaban tan podridos como él?...nada, iba a seguir caminando pero la voz del otro le interrumpío en su busqueda de soledad, sin voltear pensando en miles de cosas a la vez; malditos papeleos, malditos críos que hacen lo que quieren, malditos hombres que quieren dominarle ¿porque?...acaso es un maldito trofeo el tenerle, no, es solo un estupido deseo más que ellos quieren sentir, cerca, apresarlo, atormentarle con los sentimientos humanos de aquellos hombres ¿es que no habia nada en este mundo que fuera diferente?...claro, todos buscan poder, pero nadie busca amor, que clase de hombres son todos ellos, acaso Arthur era uno mas de esos que se le acercan con la intención de divertirse y nada más....¡¡basta!! si es asi, esta tan podrido como el resto. -..claro que si, por que no?...- espeto con el mismo tono de voz fría, torturante a oidos ajenos...eso le habia molestado a el Director y estaba dolido, pero el no demuestra tales sentimientos que son de "humanos" ¿acaso Rossiel comenzaba a sentir tanto como los humanos?...maldición¡¡ eso no, podia esperar que muchas cosas en el cambiaran debido al tiempo de estadia en la tierra, pero no que comenzara a sentir como ellos...Ilusos...el no podia ser parte de aquello, si Rossiel comenzaba a sentir, tal vez, podria volverse posecivo, podria ser mas fiero cuando algo le pertenece, nunca se aferra pero ese chico tiene algo que le gusta y eso le habia molestado. Con paso firme giró, haciendo que su gabardina flameara al viento mientras caminaba con pasos seguros a sujeto, parandose frente a el, con la mirada afilada y altanera. - ¡¡bien!! como crees que me deberia despedir entonces?...- dijo con tono gutural marcando cada palabra que de sus labios salia.





Sabía, o creía saber, que el director, el temido Rossiel Black era temido por su mal genio, temperamento, por su rapidez de acción... Por eso precisamente le preocupó el hecho de que se quedase allí, de espaldas a él sin reaccionar. ¿Había herido algún punto del mismo? ¿Habría lastimado algo de su persona?. No. ... ¿No?. En todo el tiempo que llevaba conociéndole, hasta el día de hoy, jamás había visto una mueca dolorosa, sorpresiva o meramente sentimental a ése ser. Era su frialdad y extraña indiferencia precisamente lo que le había abducido a él, lo que le arrastraba a desear saber aún más. Más que un desalmado, consideraba que simplemente era un alguien escondido tras una mascara de rotunda frialdad, precisamente por eso, no le inspiraba el menor temor. Podía relajarse cuando estaba a su lado. Pudiera ser que para el otro no fuera lo mismo, pero... química. Tenían una unión difícil de explicar.

Su frío tono de voz no le asustó u hizo retroceder. Se quedó en su misma posición, de pie, estorbándole en el camino a quién venía en su
dirección. Hubiese extendido los brazos. Hubiese abrazado con propiedad el cuerpo de aquel que su rostro sólo mostraba desprecio. Algo le avisó que el odio que reflejaban los ojos de Rossiel no eran dirigidos a él, si no a un algo en común. ¿Pero cómo imaginar que el odio era para los humanos en general?. Eran cosas que no podía saber y seguramente, sin una detallada explicación, jamás llegaría a entender.

Sus andares eran preciosos. Conexos, simétricos, c
ómo toda una coreografía de danza. Su larga gabardina, su oscuro cabello...Sacudió ligeramente la cabeza, ya que se sentía atrapado por la imagen mostrada. No era mero deseo lo que sentía hacía él, sin embargo, no podía hacer ni decir nada por ahora. Pese a los años cómo conocidos no eran más que jefe y empleado.

El tono impaciente de la voz de Black le hizo pestañear. Odiaba que se mostrasen tan impertinentes y las ganas de asestarle un puñetazo le hicieron tensarse, sin embargo, no movió ni un ápice sus puños, ahora fuertemente cerrados a los laterales de su cuerpo. – No importa. No es necesario. – Habló tenso, con los labios prácticamente sin despegar. Sentía el mismo odio que amor hacía ése ente. Ni el mismo lo entendía. Iba a retroceder, desaparecer de su vista y evocarse de nuevo en los quehaceres de su trabajo, pero su cuerpo, deseoso del director, le obligó a reaccionar. Tomó con fuerza uno de los brazos del mayor y lo arrastró hacía las zarzas del rosal y allí, sin delicadeza o porte de ningún tipo, lo empujó, empotrándole contra las espinas que ofrecían las rosas, ayudándose de sus brazos para dejar inmovilizado el cuerpo del que era algo más bajo que él. – Necio...



Tendere tu cuerpo sobre un lecho de rosas...una palabra bella, pero que significaba para Rossiel?...siempre con la autoestima tan elevada, tan lleno de deseos solo de....torturas. Aunque le miro con frialdad, por dentro estaba enojado, no porque este fuera un chiquillo mas, no, ese hombre era algo totalmente desconocido para los demas, pero, no para el...nadie le conocio antes que él Rossiel...cuando estuvo mal, no lo penso ni un segundo y le tendio la mano, llevandolo a su propio hogar, aquel internado donde las cosas mas crueles podian ocurrir, pero ¡¡jamás¡¡ penso en hacerle daño a Arthur. Era un sentimiento malditamente extraño, nadie le hacia sentir como ese sujeto ahora frente a el...que mas pasaria con su corazón cuando le deseara y ese hombre ya no estuviera, ahí, para el y nadie más. ¿que pasaria si el le engañaba algun dia?...no maldición, no lo podria soportar...claro, el era un demonio dominante, cruel y despiadado, sin corazón...pero cuando hizo daño a otros no sentia absolutamente nada. Ahora frente a el sus emociones lograban ser reservadas para si mismo, pero por dentro era ira por no controlar lo que le pasaba con ese odioso sujeto. Iba a decir algo mas grotesco pero fue interrumpido por Arthur cuando le tomo por sorpresa, jalandole hasta uno de los tantos lechos de rosas....vaya ese caracter era de pocos...¿alguien podia tratarlo asi?...ja¡¡, era algo que muchos pagarian por ver, mas cuando le querian solo de manera indecorosa. Callo sobre el lecho sintiendo como las espinas traspasaban sus ropas, clavandose directamente en su piel, rasgandole...el color carmín tiñio sus ropas lentamente, pero no le importaba, estaba mas preocupado de que sus manos se habian echo prisioneras. -...que haces Arthur....pretendes castigarme?...- esta ves lo dijo con un tono sarcastico, aun enfadado...claro, ya ni sabia porque continuaba su enojo, pero ahi estaba ¿queria que le mimaran?...Oh vamos no es un niño, pero quien sabe que clase de personalidades tenia Rossiel...nadie le conocia realmente ¿o si? Seguia tratando de safarse de agarre...hey espera, no estaba esforzandose mucho, pues la verdad era que no tenia ganas de esforzarse por la liberacion de aquel.


Se arrodilló cerca de su victima cuando vio cómo las ropas se le teñían de carmín. Si, las espinas habían hecho lo suyo, incrustándose en la piel de aquel que dominaría de una vez, le haría entender, quisiera o no, todo lo que pasó durante esos años junto a él. Todo. Tenía claro que nadie había tratado al director cómo él en ese momento lo estaba haciendo por lo que no conocía las represalias que este pudiera llegar a tomar, sin embargo, ya era demasiado tarde para auto compadecerse. No. No quería su cuerpo. Es más, quién había buscado un contacto físico anteriormente fue el propio Black, cuando le sostuvo de la camisa.


Las miradas, los silencios. Él se conformaba con poco más que verle por las mañanas. Sin embargo, aquello ya había llegado demasiado lejos. Después de todo, era un hombre, y cómo tal, tenía necesidades carnales. Necesidades que iban todas dirigidas a la misma persona y que atendería quisiera o no. – No hables cómo un niño pequeño, Ross. – Su tono fue quién esta vez sonó seco, cortante. Clavó su rodilla en las zarzas y soltó un gemido quedo; Dolía, sí. Pero la necesidad de quedar cerca del otro era más importante a sentir aquellos dolores.


Con conocimientos de autodefensa, soltó las manos del que amaba para agarrarle con rudeza por las muñecas y con afán inquisidor tendió los brazos sobre los rosales, haciendo que las espinas se clavasen en los brazos de quién tenía debajo, viéndole desde arriba con el odio, la desesperación y el remordimiento guardado en su rostro. Apretó de tal manera el agarre que incluso las manos ajenas pasaron a quedar de un pálido lila, si, estaba usando toda la fuerza que tenía para lograr que no escapase. Le quería allí, acorralado entre las espinas y él.


Sintió cómo el ambiente se comenzaba a aclimatar a una sensación de pura calidez, sentir ése cuerpo cerca, aunque fuera en esas circunstancias despertaba, sin duda, sus deseos primarios. Pero no. No era su cuerpo lo que deseaba.


Arrancarle el corazón para que no amase a nadie.


- Sé lo que haces con los alumnos, asqueroso director. – Sonó rudo, su voz dejó de perder el matiz divertido con el que normalmente hablaba y sus dedos hicieron tal fuerza en la muñeca que, de hacer un simple gesto, la podría incluso partir. – No lo permitiré. - Jamás, se juró. Ése cuerpo le pertenecía. Esa alma era suya. Todo cuanto rodeaba ése ser le pertenecía. Sin embargo, no se sentía preparado para confesar aquello, por lo que simplemente, pondría, por ahora, de tapadera a los asuntos más oscuros de la escuela.


Somos una sola persona, se abrumo al pensar en eso, no podia mover las manos, no porque no pudiera, si no, porque realmente no queria....el dolor aun punzaba en su carne, ardía...pero más ardia su alma por la inexplicable razón de que no entendia que le pasaba a ese maldito corazón que palpitaba con mas fuerza ¡¡maldición detente¡¡, pero este no escuchaba razón y seguia asiendo lo que quisiese, batiendo sus alas libremente...eso no podia ser posible, el era "un demonio"...que aun no podia entender su cuerpo de que el no era un humano?...siempre quiso lidiar con todo lo que fuera maldad, putrefacción de almas puras. ¿no lo permitiria?...O claro, siempre que llegara a ver todo lo que pasara en el internado, siempre podria salvarle a ese Demonio...escapar a su destino era algo irreal, todos ahí eran humanos de alma sucia unidos por su causa a angeles puros, si el no daba el ejemplo los otros tarde o temprano se le abalanzarian en pos de matarle, no es cierto, lo mas probable es que hasta los que habian venido de el infierno junto a el, se enfrascaran en una congruenta batalla para eliminarlo a su manera "demoniaca"....¿porque no podia amar?...porque ni siquiera sabia lo que era eso, solo sentia un fuerte palpitar en ese desbocado corazón que no cesaba y solo seguia acelerando con cada roce que Arthur le otorgaba. -...no soy un niño...deja de tratarme como tal...- repuso con un tono de voz soprano, dulce, melodioso...algo sexy en el...algo que nadie mas habia escuchado desde que este demonio existia para hacer el mal y no el bien. Las espinas al forcejear se incrustarón con mas eficacia, haciendo rasgaduras mas profundas...la sangre carmín corria por su cuerpo con libertad, goteando las rosas de un rojo mas profundo, intenzo...clavo la vista en Arthur de nuevo mirandole con fervor, las palabras que salian de su boca, eran puñales en el corazón, uno tras otro. Cerro sus ojos al sentir que se dejaba desfallecer bajo el cuerpo de aquel...ese al que le dejaria tener más de lo que jamas hubiera dado a nadie. "Porque aunque puedo liberarme de ti...no lo hago...que es lo que me pasa maldición...no soporto la traición y se que no soportaras las mias, pero ayudame a centrarme...ayudame a ser alguien que solo viva por ti y para ti...que pasara cuando te diga que no soy humano...cuando te diga que soy un maldito demonio...dime aun seguiras mirandome con los mismos ojos?...¡¡me odiaras y lo se¡¡..pero al menos vere tu rostro mientras no conoscas mi verdadera naturaleza y procedencia...por lo menos ahora, antes de que me mandes al mismo infierno con una sola palabra...dejame sentirte mio" - pensaba, mientras abria sus orbes ahora ya del color carmín, claro, el deseo y el amor hacen cosas extrañas ¿no? el no entiende, pero quizas el le enseñaria a amar. Su mirada sigue filosa, pero esta vez busca esos labios que le tienen loco desde hace mucho tiempo, no aparenta esta vez y los busca cuando el rostro de aquel se acerca...trata de atraparlos con los suyos...ignorando todo lo que a su alrededor pasara, olvidando que estaban sobre el lecho de rosas, las cuales impregnaban su olor...dejando un aroma especial, nuevo...a sangre y rosas.




Sabía que aquel ése que tenía preso no estaba ofreciendo ningún tipo de resistencia. Era entonces que el director, por más que mostrase ése rostrote furia demoníaca deseaba aquello?. Ése pensamiento le hizo sonreír y a su vez, apretar con mayor fuerza las muñecas que seguía negándose a soltar. Quería tatuar esa piel con marcas de su propia agresión. Deseaba que las espinas en post a ambos quedasen profundamente clavadas en la sedosa piel de aquel humano y no dudó en apretar aún más, quería que se quejase, oír sus lamentos por pequeños que fueran. Lo deseaba y anhelaba. Ésa espalda, esos brazos... Se cubrirían de heridas que le harían aún más suyo. Era un ser impuro, una persona que sólo destruía la inocencia de unos de niños que siquiera atenían a razones. Los adolescentes allí eran juguetes y los niños peones de un juego. No iba a negarse que en sus años de guardián no hubiese nunca mancillado la blanca y pura piel de algún alumno, sin embargo, el que lo hiciera Rossiel era algo que le repugnaba. Él no podía. Él... era suyo.

- ¿Quieres que te trate cómo un adulto, entonces? – Sonrió con lascivia, el tono empleado por el portador del apellido Black encendió en él un deseo que ardía en sus entrañas y le empujaba a mostrarse tal y cómo dictaminaba su personalidad. Enredó con lascivia sus dedos entorno a los delgados y largos dedos, dejando, obvio, que las zarzas también le alcanzasen a él, pero profundizando con ello el corte de las heridas de quién proseguía teniendo debajo del cuerpo. Aspiró. Sí. Ése era el aroma que había estado buscando. El de la pureza de las rosas mezclada con la putrefacta sangre de aquel que estaba corrompido por
dentro. Un alma que parecía buscar liberación y que curiosamente, no parecía saber realmente cómo.

Cuando cerró los ojos se le quedó mirando. ¿Se había desmayado?. La sangre que emanaba podía llegar a ser preocupante, sin embargo, siquiera se molestó en alzarse de su cuerpo para darle espacio a respirar, no le dio oportunidad a enderezarse de las espinas. Ross
iel, cómo rosa que era, debía ser capaz de soportar la carga del tallo. Por fin, tras algo de espera, vio los ojos tintados en carmín del otro. Algo iba mal... ¿Ojos rojos?. Tensó ligeramente su cuerpo, pero prosiguió sin moverse.

Lo de a continuación fue algo que no se esperó. ¿Estaba intentando besarle? ¿A él?. Alzó la cabeza para imposibilitar que ambos labios llegasen siquiera a rozarse y le observó con el ceño más que fruncido. - ¿Qué te has creído?. Yo... no soy cómo tu. – Lo cierto era que el hecho de ser homosexual le abrumaba, sin embargo, el cuerpo que tenía sujeto le atraía tanto que dudaba que
pese al dolor de las espinas, pronto no se notase la erección. – Gay. – Escupió las palabras cómo si las mismas fueran el insulto más grande que pudiese dar en ése momento y con cuidado cruzó ambos rostros para así quedar a la altura de su oído. Sopló primero en éste, ensangrentado cómo todo su cuerpo y habló con un suave hilo de voz. Uno meloso, casi cariñoso. – Pero si gustas puedo enseñarte los placeres de la cama. – Por que, desde su punto de vista, hacerlo con niños no era para nada motivante, pudiera ser que la experiencia de estos al principio causase diversión, pero tras unas horas terminaba cansando. El verdadero placer residía en la experiencia, y él, por suerte, tenía mucha.


Volvio a molestarse por el maldito juego que tenia ese hombre con su persona, Rossiel no queria ponerse en terminos "agresivos" pero ese hombre le buscaba que aquello pasara con mas afán....vaya es que ese día las cosas se colocaban a cada minuto mas inciertas, el no estaba acostumbrado a que le dominaran, gustaba del dominio por sus propias manos. No continuo buscando mas los labios ajenos, reposo sus cabellos una vez mas sobre el lecho de rosas, tratando de calmarse por su tortuoso temperamento, claro, sus brazos aun seguian siendo forzados...pero asi como iba se liberaria pronto. -...ja¡¡ y si no eres gay...me puedes decir que haces sobre mi?...- sentencio con brusquedad, mirando hacia otro lado, a la nada. -...no crees que al mostrarme los placeres de la cama...seria como que te estuvieras convirtiendo en lo no quieres...- escupio cada maldita palabra que dijo, que hombre mas contradictorio era Arthur...el tenia poca paciencia y ser de esa manera como lo era con el, era algo que sobrepasaba todos los limites.





Cuando el mayor giró su agenció hacia la nada, aprovechó que tenía una mejilla expuesta a él para bajar ligeramente la cabeza besársela como si se tratase de un niño pequeño y consentido; Eso era prácticamente. Era cómo un niño atrapado en el cuerpo de un tormentoso adulto que parecía nunca descansar. Su homosexualidad era aun un tema que prefería dejarlo a un lado, sin embargo, viendo la actitud del otro no le quedó otra que exponer con elegancia su teoria, eso si, bien próximo al oído del otro, pues, aun seguía repartiéndole calidos besos por esa zona de su mejilla.


- No soy gay. – Lo dijo totalmente convencido de su causa, no. No lo era.- Soy adicto a ti, imbécil presuntuoso. Sólo a ti.– Se separó despacio de su piel y sus manos dejaron de hacer tanta fuerza como anteriormente, sin embargo, seguia ardiendo en deseos de someterle con brusquedad.