se le creía loca.
Sus padres acudieron con un médico;
ella nada tenía, aunque iba empeorando.
Llevaba días postrada en su cama, días suspirando.
Desesperados sus padres y aconsejados
por amigos, la llevaron con una bruja.
La hechicera la examinó minuciosamente.
Encontró el mal: estaba maldecida. No tenía la
mitad de su corazón, esta mitad la tenía el ser más
rechazado en la región. Y sólo protegiendo la vida
del monstruo ella podría vivir. Estaba condenada a
morir en cuanto la bestia muriera.
Sus padres no encontraban explicación a esta
maldición y enviaron cazar al monstruo. Él los enfrentó
y los maldijo con lo que más querían: su
hija: “en el momento que él muriera, ella moriría
también”.
¿Cómo salvar a su hija de esta sentencia?
Los padres lo odiaron aún más y no creyeron.
El padre personalmente fue a la caza de la bestia y
la mató. Regresó a su hogar con aire victorioso,
pero encontró a su hija muerta en su lecho.
La madre puso los ojos en su esposo e inclinando
la mirada dejó en el pecho de su hija una
carta de amor que ella siempre llevó consigo.
[Este relato no pertenece a los autores de este blog]
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