Años estando en esa escuela. Se la conocía cómo la palma de la mano, sin embargo, ése jardín era uno de los pocos lugares a los que no solía asistir seguido. Tan alejado de las carreras de los alumnos, tan lejos del griterío infantil de los niños que ése lugar era por demás, un sitio dónde la paz reinaba. Un lugar para nada de su gusto. Allí no había victimas a quienes atormentar ni castigos que cumplimentar.
Lo único de su gusto era el hermoso rosal que se alzaba en el centro de aquel tan secreto jardín. Rosas de fieros tonos rojos que se asemejaban al color de la sangre, tallos decorados con filosas espinas que se enzarzaban con la maleza, haciendo tarea imposible el arrancar una sola rosa sin ser lastimado por los protectores de las rosas. Sonrió con sorna.
Él era igual que las espinas.
Protegía a la escuela de bellos alumnos con las espinas que sólo él era capaz de enmendar. Un trabajo pueril que nadie reconocía. Un algo que no era de categoría. Bien sabía que ése trabajo no era de su categoría, sin embargo, gustaba y disfrutaba de desmembrar personalmente a quienes fueran capaces de poner un pie en dónde ahora, bien podría decir que era su hogar.
Avanzó hasta unos asientos de piedra donde procedió a sentarse, dejando que la caprichosa brisa jugase con su larga cabellera.
Un maldito día en el internado como siempre, le hacian firmar uno tras otro papel....algo molesto camino por todo el internado, mirando a los pútridos humanos que por sus rumbos avanzaban sin prestarle atención a nada. Rossiel por hoy esta cansado de jugar con niños, no le incitan, la desmotivación se hace presente en su vida ¡¡maldito día!!...no dejaria que le llevasen a su despacho. Oh no, claro que no, el se tomaria ese día ¡¡libre!!. De un momento a otro. no se dio ni cuenta de ello, hasta cuando llego a ese lugar, el cual nadie conocia mas que unos pocos y esos eran contados con los dedos...O claro, ese seria el lugar indicado para echar una siesta "El jardín secreto" ...ahí nadie se atreveria a molestarle, suele ponerse de mal humor cuando eso pasa, asi que cuidado...Rossiel hoy busca un mundo de paz y no desea ser molestado. Sus pasos marcaban levemente el terreno cuando se adentraba en los rosales, nada como aquello...pero se detuvo en seco cuando vio que su lugar oculto ya no era tan "asi"...volvio a encaminarse hasta llegar frente a la banca donde aquel hombre yacia sobre una de SUS bancas, mirando con una ceja enarcada. -...y tu que haces aqui?...- pregunto con un tono de voz calmado, muy calmado y eso era extraño, el nunca estaba de buen humor.
Cuando escuchó la voz foránea enseguida la identificó. Rossiel. El director que en su día le contrató. La persona que en parte le ayudó a salir de la monotonía de la vida anterior. Una persona de oscuro corazón que se atrevía a decir, jamás había amado cómo correspondía. Nunca. A nadie.
Giró con parsimonia la cabeza hacía dónde sabía que provenía la voz. Su cabello se onduló entornó a su hombro, dándole por demás un aspecto casi infantil, sin embargo, en sus azules luceros residía aquel encanto fanático del sadismo que sabía, a estas alturas de la vida, ya no podía ocultar. Sonrió con calma, no había motivos por los cuales alterarse. No hizo ademán alguno de moverse. Oh, estaba en su merecido descanso, gustase de ello o no el portador del apellido Black.
- Descansar. – Contestó sin más. No hacía falta formalismos. Ambos se conocían bien, desde siempre. Su tono calmado no le sorprendió. ¿Tanta confianza tenían? No, no se trataba de eso, pero lo cierto era que gustaba ver esa calma en quién era temido por los alumnos. Si. Adoraba verlo en esa posición. Estuviera o no molesto, el sólo hecho de escuchar esa entonación por su parte le abría las puertas a un mundo cuyo único significado... ni el mismo entendía.
Entrecierra los ojos curioso aun mirandole, suspira, sin saber el porque ese día no podia sentirse furioso aunque lo quisiera. Da un paso girando con elegancia su cuerpo, tras sentarse en la banca, echando sus brazos hacia, apoyandolos en el respaldo....levanto el rostro mirando al cielo apoyando sus cabellos de igual forma contra el respaldo. -...asi que descanzar no? Yullian ...- musito con suavidad, mirandole de soslayo, mirando cada detalle que este hacia, claro que si, era un hombre sensual "humano", pero bueno Rossiel debia reconocer de la belleza cuando así era...un tierno y provocador joven, cuantos siglos habian pasado desde que algo no le gustaba en verdad?...muchos, casi una eternidad entera...claro, es que Rossiel no conocia el amor, pero, nunca nadie sabe que puede pasar, el es altivo, un hombre de poco genio...pero eso no quita el hecho de que alguien algun dia pueda enamorarlo ¿no?.
Adoraba cómo sonaba su apellido a labios del director. Dos años pronto se cumplirían de su estancia en la escuela y desde el primer día había sido él mismo quién por razones de cortesía había obligado a Black a mentarle por el apellido. Lo cierto era que, por suerte, el respeto del director se lo ganó enseguida. Fuera por lo que fuera, ése hombre no se le hacía del todo desagradable. En cierto modo, incluso, le tenía una retorcida estima difícil de explicar. Sencillamente, era algo más que su superior, pero menos que su pieza más valiosa de cuchillos.
- Así es, mi querido Ross. – La confianza en sus palabras estaba más que latente. No temía al director y esa era razón por la cual, las pocas veces que coincidían le hablaba con ese tono impersonal, con esos motes infantiles y con ése gesto siempre burlón. Adoraba sacar la faceta molesta de aquel de personalidad altiva, sin embargo, en pocas ocasiones le había visto realmente molesto. Era una persona por demás curiosa. Le encantaba. Era tan extraño que le producía el irrevocable deseo de conocerle más y tan frío que daban ganas de alejarse al tiempo que te acercabas.
¿Ross...?...eso hizo que al demonio le recorriera un escalofrio por todo su cuerpo, bajo su rostro mirando ahora cara a cara a Arthur, pensaba sacarle de quicio ese día?...Oh vaya, es que ya lo estaba consiguiendo sin hacer mucho esfuerzo en ello, enarca una ceja algo molesto - Ross?...sabes que eso te puede salir caro...llamarme asi es algo que nadie dice...- frunce el ceño -...por lo que veo tu no cambias ¿verdad?...- espeto con un tono mas fuerte, rapidamente una de sus manos desaparecio, tomandole de la camisa para atraerlo a su rostro a una distancia muy corta, sintiendo su calida respiración - o quieres que te enseñe a ser respetuoso?...- susurro entre labios, levemente sintiendo el roce que estos hacian con los labios ajenos al espetar palabra.
Lo sabía! Podía presumir de conocer los puntos débiles del director, sin embargo, era algo que siempre permanecería cómo un secreto de sumario. Black era suyo. Todo cuanto correspondía a sus secretos, por ende, también le pertenecía. No sabía si era respeto, odio profundo o amor del grande. Pero desde hacía meses reconocía que su interior albergaba algún tipo de sentimiento hacía ése que conocía prácticamente cómo a la palma de su mano.
- ¿Debería cambiar, Señor director? – Esta vez usó el sarcasmo, no solía, jamás, hablar con respecto al otro, pero de vez en cuando era divertido contrastar sus reacciones, aunque la mayoría terminasen por ser violentas en su gran mayoría. El agarrón por parte del mayor le hizo fruncir ligeramente el ceño, no por el modo, la forma o el acercamiento, si no por que de seguir así, sus ropas quedarían mal colocadas. Mera pulcredad.
El aliento del otro impactarle contra los labios le hizo sonreír. ¿Estaba intentando provocarle? ¿A él?. Oh. No, en ése caso iba por el mal camino. Enervó lentamente una mano y con la misma prosiguió a acariciarle con calma los nudillos, esos que se mantenían ceñidos a su camisa. - Sabe usted perfectamente que yo le tengo respeto. – Una sonrisa cínica y burlesca se ciñó en su antes relajada comisura y poco a poco se fue enervando sobre el banco para quedar en una posición más alta a la de Rossiel pese a estar sujetado por el ropaje.
- joo gatito...que haras? espero impaciente...- pregunto respondiendole con la misma maldita sonrisa, llena de ironismo...al notar que este se enerva, suelta el agarre suavemente...uno por uno esos dedos le liberaban. Oh pero vamos, no es que Rossiel temiera a esas acciones...simple, era una curiosidad la que le impulsaba a soltarle, queria saber que era lo que pretendia ¿estaba loco?...claro que no, el siempre tiene el control sobre todas las cosas que pasan en este lugar, pero ese joven tan altanéro le llama mucho la atencion. -...te ves bastante lindo de esa forma ¿sabias?...- sentecia, apoyando sus brazos de nuevo en el respaldo, cierto, esa reaccion que el joven habia tenido, le habia causado gracia y de alguna forma su mal genio habia escapado por unos segundos. Inclino su rostro de medio lado, poniedo dos dedos en sus labios mirandole cada vez mas entretenido -...y bien que haras?..- dijo con un tono de voz sensual mientras que con la otra mano, echaba sus cabellos hacia atras preparandose para "todo"
Hizo caso omiso a los comentarios del mayor, aunque si agradeció el hecho de que le soltase la camisa, puesto que así tenía sin lugar a dudas un mayor rendimiento en cuanto al manejo de sus propias acciones. No gustaba que la gente se apoderase tan repentinamente de sus emociones, no obstante, y sólo por esta vez, accedería a ello. No sabía cómo terminaría su temeracidad pero ahora por ahora eso mismo era algo secundario a la sed de lujuria que las constantes preguntas de Rossiel hacían en él. Tomarlo ya. De manera sorpresiva, hacerle daño, verle gritar
Todo pensamiento del calibre maquiavélico fue oculto tras una despampanante sonrisa, la misma que antes había utilizado. Cuando el rostro ajeno se ladeó hacia un costado, no dudó en atacar esa zona libre con los dientes, dejando allí marcadas sus fauces cómo el can que marcaba territorio en su comida. No iba a ser cuidadoso, ni mucho menos y lo dejó claro desde el primer roce que sus dientes hicieron sobre la pálida piel contraria, lugar dónde, por la fuerza ejercida, dejó todo un sendero de marquitas que seguro no se irían, no hasta pasados unos días. Aquello iba a ser lo más suave, tenía preparado ya el movimiento siguiente pero antes de proceder necesitaba saber de las reacciones de quién ahora se encontraba prácticamente debajo de su posición.
Las mordidas en su cuello le hicieron sentir "cosquillas", pero, tambien sintio que su deseo de poseerle aumentaba considerablemente, queria deleitarse con cada parte de su piel, vaya...si queria jugar de esa manera porque no decirlo antes ¿no?...esas marquitas que quedaban tapizadas en su piel nieva, le hacia hervir la sangre. -...estas jugando con fuego Arthur...- repuso al instante en que tomo de los brazos del joven, empujandole hacia atrás ¿llevarlo a un lecho de rosas?...Oh vamos, es que una banca nunca seria lo mas comodo...debia buscar el lugar apropiado. Se levanto quedando frente a el, llevo sus manos a los bolsillos sin perderle de vista....dio la media vuelta comenzando a caminar mas al interior del enorme jardin, paro en medio del camino mirando con el rostro de medio lado -...vienes?...- musito con voz seca y fria a la vez que emprendia su paso...mas al interior del lugar habian arboles de tamaño gutural "el paisaje perfecto" para hacer travesuras.
- Se apagar incendios. – Repuso con voz suave mientras se dejaba hacer hacía atrás para seguidamente, enderezarse y quedar en pie tal y cómo Rossiel con el empujón así se lo dictaminó. Claro estaba que él tampoco iba a quedarse en la banca para gozar de los placeres carnales que el director pudiese ofrecerles, pero tampoco deseaba internarse más en la amplitud del bosque que tenían a sus espaldas. ¿Para que hacerlo?. Había un lugar dónde exponer ambos cuerpos que le hacía estremecer con sólo pensar en él.
Observó su despreocupado porte, el modo en el que le daba la espalda para proceder a caminar. Director tonto. ¿No sabía que de ser un sicario podría atacar su espalda?. ¿Qué de ser un vampiro se hubiese colgado a su cuello?. Sonrió con parsimonia. Esa confianza entregada eran las pequeñas cosas por las cuales seguía asistiendo año tras año a ésa maldita escuela. Cosas cómo esa eran las que ponían el vello de los brazos de punta. Una vez la voz seca llegó a sus oídos aumentó su sonrisa. – No. – No retó, ni espetó, siquiera alzó la voz. Pero estaba claro; No. No iba a seguirle. – No voy, lo lamento. –
Sonrió a modo de disculpa aunque claramente no sentía tal culpa carcomiéndole los sentidos. Era una prueba, un reto. Después de años junto a ése hombre sería la primera vez que rompería el contacto de lo profesional y se sumiría a líneas más interpersonales. Sin embargo, él debería llevar las riendas. - Pero vendrías a despedirte...Ross? -
Escucho el no y se detuvo aún sin dar la vuelta, parado mirando solo al frente...vaya estos humanos si que sabian molestarle con ganas cuando querian, no podia negar que sus decisiones muchas veces le parecian divertidas, pero ¿a que jugaba ese joven? ¿queria jugar con el?...su orgullo no puede ser corrompido por un humano, eso es algo que no se pone en juicio, el esta sediento y al parecer el otro muere por hacerle enfadar, cuantos años bastarian para que el mundo supiera de su grandeza?...quizas no muchos, su destino es tan incierto, tan intangible que hasta el se vuelve frenetico por eso, pierde la cordura, la rabia le encaja de maravilla a ese semblante que parece que no sentira nunca lo que es el amor. El mundo es ciego, pero el no....las palabras muchas veces hacen tantas cosas imprópias, víles como una maldita serpiente...nunca encajan en los lugares indicados ¿porque?...porque nadie quiere perder el orgúllo, claro, puede pasar decadas en este pútrido mundo y seguría vacio, ahí, como un infierno propio, si, el sabia todo eso, pero nadie lo podia ver, el mundo solo le veia como un hombre víl y sin escrúpulos, que mas bastaba para desirle a esos seres humanos que estaban tan podridos como él?...nada, iba a seguir caminando pero la voz del otro le interrumpío en su busqueda de soledad, sin voltear pensando en miles de cosas a la vez; malditos papeleos, malditos críos que hacen lo que quieren, malditos hombres que quieren dominarle ¿porque?...acaso es un maldito trofeo el tenerle, no, es solo un estupido deseo más que ellos quieren sentir, cerca, apresarlo, atormentarle con los sentimientos humanos de aquellos hombres ¿es que no habia nada en este mundo que fuera diferente?...claro, todos buscan poder, pero nadie busca amor, que clase de hombres son todos ellos, acaso Arthur era uno mas de esos que se le acercan con la intención de divertirse y nada más....¡¡basta!! si es asi, esta tan podrido como el resto. -..claro que si, por que no?...- espeto con el mismo tono de voz fría, torturante a oidos ajenos...eso le habia molestado a el Director y estaba dolido, pero el no demuestra tales sentimientos que son de "humanos" ¿acaso Rossiel comenzaba a sentir tanto como los humanos?...maldición¡¡ eso no, podia esperar que muchas cosas en el cambiaran debido al tiempo de estadia en la tierra, pero no que comenzara a sentir como ellos...Ilusos...el no podia ser parte de aquello, si Rossiel comenzaba a sentir, tal vez, podria volverse posecivo, podria ser mas fiero cuando algo le pertenece, nunca se aferra pero ese chico tiene algo que le gusta y eso le habia molestado. Con paso firme giró, haciendo que su gabardina flameara al viento mientras caminaba con pasos seguros a sujeto, parandose frente a el, con la mirada afilada y altanera. - ¡¡bien!! como crees que me deberia despedir entonces?...- dijo con tono gutural marcando cada palabra que de sus labios salia.
Sabía, o creía saber, que el director, el temido Rossiel Black era temido por su mal genio, temperamento, por su rapidez de acción... Por eso precisamente le preocupó el hecho de que se quedase allí, de espaldas a él sin reaccionar. ¿Había herido algún punto del mismo? ¿Habría lastimado algo de su persona?. No. ... ¿No?. En todo el tiempo que llevaba conociéndole, hasta el día de hoy, jamás había visto una mueca dolorosa, sorpresiva o meramente sentimental a ése ser. Era su frialdad y extraña indiferencia precisamente lo que le había abducido a él, lo que le arrastraba a desear saber aún más. Más que un desalmado, consideraba que simplemente era un alguien escondido tras una mascara de rotunda frialdad, precisamente por eso, no le inspiraba el menor temor. Podía relajarse cuando estaba a su lado. Pudiera ser que para el otro no fuera lo mismo, pero... química. Tenían una unión difícil de explicar.
Su frío tono de voz no le asustó u hizo retroceder. Se quedó en su misma posición, de pie, estorbándole en el camino a quién venía en su dirección. Hubiese extendido los brazos. Hubiese abrazado con propiedad el cuerpo de aquel que su rostro sólo mostraba desprecio. Algo le avisó que el odio que reflejaban los ojos de Rossiel no eran dirigidos a él, si no a un algo en común. ¿Pero cómo imaginar que el odio era para los humanos en general?. Eran cosas que no podía saber y seguramente, sin una detallada explicación, jamás llegaría a entender.
Sus andares eran preciosos. Conexos, simétricos, cómo toda una coreografía de danza. Su larga gabardina, su oscuro cabello...Sacudió ligeramente la cabeza, ya que se sentía atrapado por la imagen mostrada. No era mero deseo lo que sentía hacía él, sin embargo, no podía hacer ni decir nada por ahora. Pese a los años cómo conocidos no eran más que jefe y empleado.
El tono impaciente de la voz de Black le hizo pestañear. Odiaba que se mostrasen tan impertinentes y las ganas de asestarle un puñetazo le hicieron tensarse, sin embargo, no movió ni un ápice sus puños, ahora fuertemente cerrados a los laterales de su cuerpo. – No importa. No es necesario. – Habló tenso, con los labios prácticamente sin despegar. Sentía el mismo odio que amor hacía ése ente. Ni el mismo lo entendía. Iba a retroceder, desaparecer de su vista y evocarse de nuevo en los quehaceres de su trabajo, pero su cuerpo, deseoso del director, le obligó a reaccionar. Tomó con fuerza uno de los brazos del mayor y lo arrastró hacía las zarzas del rosal y allí, sin delicadeza o porte de ningún tipo, lo empujó, empotrándole contra las espinas que ofrecían las rosas, ayudándose de sus brazos para dejar inmovilizado el cuerpo del que era algo más bajo que él. – Necio...
Tendere tu cuerpo sobre un lecho de rosas...una palabra bella, pero que significaba para Rossiel?...siempre con la autoestima tan elevada, tan lleno de deseos solo de....torturas. Aunque le miro con frialdad, por dentro estaba enojado, no porque este fuera un chiquillo mas, no, ese hombre era algo totalmente desconocido para los demas, pero, no para el...nadie le conocio antes que él Rossiel...cuando estuvo mal, no lo penso ni un segundo y le tendio la mano, llevandolo a su propio hogar, aquel internado donde las cosas mas crueles podian ocurrir, pero ¡¡jamás¡¡ penso en hacerle daño a Arthur. Era un sentimiento malditamente extraño, nadie le hacia sentir como ese sujeto ahora frente a el...que mas pasaria con su corazón cuando le deseara y ese hombre ya no estuviera, ahí, para el y nadie más. ¿que pasaria si el le engañaba algun dia?...no maldición, no lo podria soportar...claro, el era un demonio dominante, cruel y despiadado, sin corazón...pero cuando hizo daño a otros no sentia absolutamente nada. Ahora frente a el sus emociones lograban ser reservadas para si mismo, pero por dentro era ira por no controlar lo que le pasaba con ese odioso sujeto. Iba a decir algo mas grotesco pero fue interrumpido por Arthur cuando le tomo por sorpresa, jalandole hasta uno de los tantos lechos de rosas....vaya ese caracter era de pocos...¿alguien podia tratarlo asi?...ja¡¡, era algo que muchos pagarian por ver, mas cuando le querian solo de manera indecorosa. Callo sobre el lecho sintiendo como las espinas traspasaban sus ropas, clavandose directamente en su piel, rasgandole...el color carmín tiñio sus ropas lentamente, pero no le importaba, estaba mas preocupado de que sus manos se habian echo prisioneras. -...que haces Arthur....pretendes castigarme?...- esta ves lo dijo con un tono sarcastico, aun enfadado...claro, ya ni sabia porque continuaba su enojo, pero ahi estaba ¿queria que le mimaran?...Oh vamos no es un niño, pero quien sabe que clase de personalidades tenia Rossiel...nadie le conocia realmente ¿o si? Seguia tratando de safarse de agarre...hey espera, no estaba esforzandose mucho, pues la verdad era que no tenia ganas de esforzarse por la liberacion de aquel.
Se arrodilló cerca de su victima cuando vio cómo las ropas se le teñían de carmín. Si, las espinas habían hecho lo suyo, incrustándose en la piel de aquel que dominaría de una vez, le haría entender, quisiera o no, todo lo que pasó durante esos años junto a él. Todo. Tenía claro que nadie había tratado al director cómo él en ese momento lo estaba haciendo por lo que no conocía las represalias que este pudiera llegar a tomar, sin embargo, ya era demasiado tarde para auto compadecerse. No. No quería su cuerpo. Es más, quién había buscado un contacto físico anteriormente fue el propio Black, cuando le sostuvo de la camisa.
Las miradas, los silencios. Él se conformaba con poco más que verle por las mañanas. Sin embargo, aquello ya había llegado demasiado lejos. Después de todo, era un hombre, y cómo tal, tenía necesidades carnales. Necesidades que iban todas dirigidas a la misma persona y que atendería quisiera o no. – No hables cómo un niño pequeño, Ross. – Su tono fue quién esta vez sonó seco, cortante. Clavó su rodilla en las zarzas y soltó un gemido quedo; Dolía, sí. Pero la necesidad de quedar cerca del otro era más importante a sentir aquellos dolores.
Con conocimientos de autodefensa, soltó las manos del que amaba para agarrarle con rudeza por las muñecas y con afán inquisidor tendió los brazos sobre los rosales, haciendo que las espinas se clavasen en los brazos de quién tenía debajo, viéndole desde arriba con el odio, la desesperación y el remordimiento guardado en su rostro. Apretó de tal manera el agarre que incluso las manos ajenas pasaron a quedar de un pálido lila, si, estaba usando toda la fuerza que tenía para lograr que no escapase. Le quería allí, acorralado entre las espinas y él.
Sintió cómo el ambiente se comenzaba a aclimatar a una sensación de pura calidez, sentir ése cuerpo cerca, aunque fuera en esas circunstancias despertaba, sin duda, sus deseos primarios. Pero no. No era su cuerpo lo que deseaba.
Arrancarle el corazón para que no amase a nadie.
- Sé lo que haces con los alumnos, asqueroso director. – Sonó rudo, su voz dejó de perder el matiz divertido con el que normalmente hablaba y sus dedos hicieron tal fuerza en la muñeca que, de hacer un simple gesto, la podría incluso partir. – No lo permitiré. - Jamás, se juró. Ése cuerpo le pertenecía. Esa alma era suya. Todo cuanto rodeaba ése ser le pertenecía. Sin embargo, no se sentía preparado para confesar aquello, por lo que simplemente, pondría, por ahora, de tapadera a los asuntos más oscuros de la escuela.
Somos una sola persona, se abrumo al pensar en eso, no podia mover las manos, no porque no pudiera, si no, porque realmente no queria....el dolor aun punzaba en su carne, ardía...pero más ardia su alma por la inexplicable razón de que no entendia que le pasaba a ese maldito corazón que palpitaba con mas fuerza ¡¡maldición detente¡¡, pero este no escuchaba razón y seguia asiendo lo que quisiese, batiendo sus alas libremente...eso no podia ser posible, el era "un demonio"...que aun no podia entender su cuerpo de que el no era un humano?...siempre quiso lidiar con todo lo que fuera maldad, putrefacción de almas puras. ¿no lo permitiria?...O claro, siempre que llegara a ver todo lo que pasara en el internado, siempre podria salvarle a ese Demonio...escapar a su destino era algo irreal, todos ahí eran humanos de alma sucia unidos por su causa a angeles puros, si el no daba el ejemplo los otros tarde o temprano se le abalanzarian en pos de matarle, no es cierto, lo mas probable es que hasta los que habian venido de el infierno junto a el, se enfrascaran en una congruenta batalla para eliminarlo a su manera "demoniaca"....¿porque no podia amar?...porque ni siquiera sabia lo que era eso, solo sentia un fuerte palpitar en ese desbocado corazón que no cesaba y solo seguia acelerando con cada roce que Arthur le otorgaba. -...no soy un niño...deja de tratarme como tal...- repuso con un tono de voz soprano, dulce, melodioso...algo sexy en el...algo que nadie mas habia escuchado desde que este demonio existia para hacer el mal y no el bien. Las espinas al forcejear se incrustarón con mas eficacia, haciendo rasgaduras mas profundas...la sangre carmín corria por su cuerpo con libertad, goteando las rosas de un rojo mas profundo, intenzo...clavo la vista en Arthur de nuevo mirandole con fervor, las palabras que salian de su boca, eran puñales en el corazón, uno tras otro. Cerro sus ojos al sentir que se dejaba desfallecer bajo el cuerpo de aquel...ese al que le dejaria tener más de lo que jamas hubiera dado a nadie. "Porque aunque puedo liberarme de ti...no lo hago...que es lo que me pasa maldición...no soporto la traición y se que no soportaras las mias, pero ayudame a centrarme...ayudame a ser alguien que solo viva por ti y para ti...que pasara cuando te diga que no soy humano...cuando te diga que soy un maldito demonio...dime aun seguiras mirandome con los mismos ojos?...¡¡me odiaras y lo se¡¡..pero al menos vere tu rostro mientras no conoscas mi verdadera naturaleza y procedencia...por lo menos ahora, antes de que me mandes al mismo infierno con una sola palabra...dejame sentirte mio" - pensaba, mientras abria sus orbes ahora ya del color carmín, claro, el deseo y el amor hacen cosas extrañas ¿no? el no entiende, pero quizas el le enseñaria a amar. Su mirada sigue filosa, pero esta vez busca esos labios que le tienen loco desde hace mucho tiempo, no aparenta esta vez y los busca cuando el rostro de aquel se acerca...trata de atraparlos con los suyos...ignorando todo lo que a su alrededor pasara, olvidando que estaban sobre el lecho de rosas, las cuales impregnaban su olor...dejando un aroma especial, nuevo...a sangre y rosas.
Sabía que aquel ése que tenía preso no estaba ofreciendo ningún tipo de resistencia. Era entonces que el director, por más que mostrase ése rostrote furia demoníaca deseaba aquello?. Ése pensamiento le hizo sonreír y a su vez, apretar con mayor fuerza las muñecas que seguía negándose a soltar. Quería tatuar esa piel con marcas de su propia agresión. Deseaba que las espinas en post a ambos quedasen profundamente clavadas en la sedosa piel de aquel humano y no dudó en apretar aún más, quería que se quejase, oír sus lamentos por pequeños que fueran. Lo deseaba y anhelaba. Ésa espalda, esos brazos... Se cubrirían de heridas que le harían aún más suyo. Era un ser impuro, una persona que sólo destruía la inocencia de unos de niños que siquiera atenían a razones. Los adolescentes allí eran juguetes y los niños peones de un juego. No iba a negarse que en sus años de guardián no hubiese nunca mancillado la blanca y pura piel de algún alumno, sin embargo, el que lo hiciera Rossiel era algo que le repugnaba. Él no podía. Él... era suyo.
- ¿Quieres que te trate cómo un adulto, entonces? – Sonrió con lascivia, el tono empleado por el portador del apellido Black encendió en él un deseo que ardía en sus entrañas y le empujaba a mostrarse tal y cómo dictaminaba su personalidad. Enredó con lascivia sus dedos entorno a los delgados y largos dedos, dejando, obvio, que las zarzas también le alcanzasen a él, pero profundizando con ello el corte de las heridas de quién proseguía teniendo debajo del cuerpo. Aspiró. Sí. Ése era el aroma que había estado buscando. El de la pureza de las rosas mezclada con la putrefacta sangre de aquel que estaba corrompido por dentro. Un alma que parecía buscar liberación y que curiosamente, no parecía saber realmente cómo.
Cuando cerró los ojos se le quedó mirando. ¿Se había desmayado?. La sangre que emanaba podía llegar a ser preocupante, sin embargo, siquiera se molestó en alzarse de su cuerpo para darle espacio a respirar, no le dio oportunidad a enderezarse de las espinas. Rossiel, cómo rosa que era, debía ser capaz de soportar la carga del tallo. Por fin, tras algo de espera, vio los ojos tintados en carmín del otro. Algo iba mal... ¿Ojos rojos?. Tensó ligeramente su cuerpo, pero prosiguió sin moverse.
Lo de a continuación fue algo que no se esperó. ¿Estaba intentando besarle? ¿A él?. Alzó la cabeza para imposibilitar que ambos labios llegasen siquiera a rozarse y le observó con el ceño más que fruncido. - ¿Qué te has creído?. Yo... no soy cómo tu. – Lo cierto era que el hecho de ser homosexual le abrumaba, sin embargo, el cuerpo que tenía sujeto le atraía tanto que dudaba que pese al dolor de las espinas, pronto no se notase la erección. – Gay. – Escupió las palabras cómo si las mismas fueran el insulto más grande que pudiese dar en ése momento y con cuidado cruzó ambos rostros para así quedar a la altura de su oído. Sopló primero en éste, ensangrentado cómo todo su cuerpo y habló con un suave hilo de voz. Uno meloso, casi cariñoso. – Pero si gustas puedo enseñarte los placeres de la cama. – Por que, desde su punto de vista, hacerlo con niños no era para nada motivante, pudiera ser que la experiencia de estos al principio causase diversión, pero tras unas horas terminaba cansando. El verdadero placer residía en la experiencia, y él, por suerte, tenía mucha.
Volvio a molestarse por el maldito juego que tenia ese hombre con su persona, Rossiel no queria ponerse en terminos "agresivos" pero ese hombre le buscaba que aquello pasara con mas afán....vaya es que ese día las cosas se colocaban a cada minuto mas inciertas, el no estaba acostumbrado a que le dominaran, gustaba del dominio por sus propias manos. No continuo buscando mas los labios ajenos, reposo sus cabellos una vez mas sobre el lecho de rosas, tratando de calmarse por su tortuoso temperamento, claro, sus brazos aun seguian siendo forzados...pero asi como iba se liberaria pronto. -...ja¡¡ y si no eres gay...me puedes decir que haces sobre mi?...- sentencio con brusquedad, mirando hacia otro lado, a la nada. -...no crees que al mostrarme los placeres de la cama...seria como que te estuvieras convirtiendo en lo no quieres...- escupio cada maldita palabra que dijo, que hombre mas contradictorio era Arthur...el tenia poca paciencia y ser de esa manera como lo era con el, era algo que sobrepasaba todos los limites.
Cuando el mayor giró su agenció hacia la nada, aprovechó que tenía una mejilla expuesta a él para bajar ligeramente la cabeza besársela como si se tratase de un niño pequeño y consentido; Eso era prácticamente. Era cómo un niño atrapado en el cuerpo de un tormentoso adulto que parecía nunca descansar. Su homosexualidad era aun un tema que prefería dejarlo a un lado, sin embargo, viendo la actitud del otro no le quedó otra que exponer con elegancia su teoria, eso si, bien próximo al oído del otro, pues, aun seguía repartiéndole calidos besos por esa zona de su mejilla.
- No soy gay. – Lo dijo totalmente convencido de su causa, no. No lo era.- Soy adicto a ti, imbécil presuntuoso. Sólo a ti.– Se separó despacio de su piel y sus manos dejaron de hacer tanta fuerza como anteriormente, sin embargo, seguia ardiendo en deseos de someterle con brusquedad.
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