el contacto o el juicio de la multitud indiferente. Si pintara paisajes, los
pintaría sin figuras. Me gustan las ideas peregrinas que resbalan sin dejar
huella por las inteligencias de los hombres positivistas, como una gota de
agua sobre un tablero de mármol. En las ciudades que visito busco las calles
estrechas y solitarias: en los edificios que recorro los rincones oscuros y
los ángulos de los patios interiores donde crece la yerba, y la humedad enriquece
con sus manchas de color verdoso la tostada tinta del muro; en las
mujeres que me causan impresión, algo de misterioso que creo traslucir
confusamente en el fondo de sus pupilas, como el resplandor incierto de
una lámpara que arde ignorada en el santuario de su corazón, sin que nadie
sospeche su existencia; hasta en las flores de un mismo arbusto creo encontrar
algo de más pudoroso y excitante en la que se esconde entre las
hojas y allí, oculta, llena de perfume el aire sin que la profanen las miradas.
Encuentro en todo ello algo de la virginidad de los sentimientos y de las
cosas.
[Este relato no pertenece a los autores de este blog]
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