Hay tiempo para que fume.
Todo lo que tiene que ver lo ha visto. El ingreso
quedó atrás: ese llegar sola, el regaderazo de
agua fría, las huellas, las fotos, la penumbra de los
cuartos de ingreso, las preguntas, el cambio a otro
dormitorio..., el despertar en un lugar extraño. Todo
se vuelve rutina y la espera contiene los pasos, las
preguntas y la voluntad. Nadie menciona sus derechos,
las palabras pierden credibilidad en la cárcel.
Las pequeñas riñas se vuelven aparadores de
mujeres. No hay prisa, mas que para unos cuantos
pesos y un bocado casero.
Como muñequitas de cuerda repiten todas las
noches: “Un día menos”. La vanidad y la discordia
se vuelven grandes. Un vestido, un adorno, un novio
se vuelve status, clanes de mujeres. Las responsables:
las religiosas, the bad girls; en fin, cada
una en su línea.
Pasa el tiempo; nuevas caras misma hora de
cerrar. No rayan la pared para contar sus días, evitan
saber fechas, a menos que haya algo nuevo.
Los trueques son exclusivos y se dan a similares.
Una noche de compañía algunas por vanidad,
otras por prescripción médica, por unas monedas,
por pasar el rato, por dispensa o importancia personal.
La moralidad muy por debajo de los intereses.
Derecho de antigüedad y respeto por el delito.
No hay reposo y sí derecho a terapia. Se prefieren
las cosas exteriores..., lapsos de olvido y reproches.
[Este relato no pertenece a los autores de este blog]
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