Memento Mori [Niriel v/s Aicon ] Rol.



Niriel:


Los pasos tranquilos le llevaban a un lugar donde los abismos eran precarios… el recuerdo de la soledad le carcomía mas no dejo que este le alejaran de su meta, botas de caña alta ropas que asemejaban a un cazador mas no tenía el arma, sólo un hermoso látigo color negro en su cintura colgaba moviéndose en cada paso dado.


La mano derecha se coloco sobre un tronco de roble, húmedo y algo resbaloso; como amaba la selva hermosa y salvaje, sonrió internándose en esos vástagos lugares donde los humanos descendientes de los monos, primates o simios,... da igual como le quieras decir… nunca se atrevían a recorrer, el crujir bajo sus pies eran hojas secas o ramitas que caían.


Pronto, demasiado pronto algo en su alrededor no le gusto,interezado lo suficiente para caminar siendo más cuidadoso en los pasos dados por sus largas piernas, la mano izquierda bajo lenta hasta el mango del instrumento que tenía como defensa aunque si necesitaba volver a su forma animal, no dudaría en hacerlo, un giro rápido enfocando al dueño de su disgusto por ser vigilado, por así decirlo.


No perdía detalle del ser que estaba frente a él, entrecerró sus orbes doradas estudiando que podría pasar, los pro y contra en un situación donde ese ente no fuese un simio y si un animal desarrollado como él


Aicon:


Supremacía, fuerza, vileza, orgullo y por sobretodo... honor, bastos vocablos a la hora de hablar de imperiosa anaconda, rey de su entorno silvestre como muchos, si, empero no sólo medíase la fiereza de cada especie, sino que, la experiencia, la vesania que inundaba su mente, no jugabase el porte ni la capacidad de pesos en batalla. Oh no, también la sagaz manera de arremeter contra el despojo.

Astuto azabache de cabellos largos, caminabase por la frondosa selva, buscando alberge fijo para reposar su humanidad en mortífero sueño. Dióse oportunidad en cuestión para divagar un poco, no costumbre siempre, sin embargo cambiar rutina no era nada grave, pocas veces eran las que se salía de su esquema rutinario. Desgustóse, varias especies en su camino, hambruna ya no padecía, retirando ramajes furtivos que azotaban su dermis, dejándole carente visión a sus bochas doradas.

Es entonces cuando atisbó a un ente unos metros más allá, solitario varón en guardia observaba en distinta dirección, buscando a su humanidad que parecía olerle desde misma posición. Ah, que gandul pretende encontrarle, más su perspicacia sobrecogedora no mengua, guardia en alto también está Aicon.

No garante transita hasta posarse enfrente, encuentro prominente tal parece, atuendos negros cubren la humanidad del Shaolin, mejor conocido como el vándalo asesino del monasterio, no se acongoja ante sus adversarios, gallardo ente siempre presto a batallar está. Pese a las circunstancias tan difusas del encuentro, no retrocede ni un ápice. Uno, dos... tres metros de lontananza para dar ataque certero, nunca cobarde su pasión se esconde, ni tampoco pasa de amable caballero, silente conserva calma ante el acecho próximo que pudiera efectuarse... Diestra en el astil, listo a desenfundar para dar fin. Un divertido comienzo.

Niriel:

Bajó la guardia sin soltar de momento el instrumento de su defensa, Preludio de un encuentro nada favorable para quien osara cruzarse con su presencia… los pasos lentos confirmaba su alejamiento incrementando la distancia, los tres o quizás más metros que le separaban del ente de cabellos largos, ojos dorados similares a los suyos mas sedientes de sangre.

No se inmuto en mirarle de más era un raro ser que se atrevía a entrar en esa zonas tan extensas y extrañas, sutil sonrisa apenas perceptible entre sus labios, una mano atrevida se levanto incitando al otro a que se acercara a su presencia, un invitación sus brazos a una muerte aplastante. Sonrisa sutil mas ojos que penetraban cualquier par de orbes que se cruzaran en su camino.

Pronto, demasiado pronto encontró aquello que buscaba al retroceder un claro de grandes dimensiones, tanto para su látigo como para su transformación que no deseaba tomar, las prendas que vestía, caras como ellas solas y dañarlas seria cometer una estupidez .

Su posición al lado nororiente del claro aun con la mano sobre el látigo de unos tres metros de largo, detallaba al de cabellos ébanos, misterio, no, para nada… solo la intranquilidad que lo mantenía presa de saber si ese ser daría el nivel que deseaba para poder aflojar sus entumecidos músculos, después de semanas de arduo trabajo.

Aicon:

Efluvios divagaban por la selva, dispersándose por todo el ambiente, natural después de todo ya que sólo ayudaba a que la adrenalina le recorriese masivamente, miróse con inexpresividad total al otro ente, la verdad es que tenía ganas de llegar pronto a su refugio donde soñaría por bastante tiempo. Seria algo rápido, hoy se encontraba fúrico más de la cuenta, no sabiendo el porqué de ello...

Ah, cólera hervía su sangre ya de más caliente, con el simple hecho de sentir aroma tan púdico del otro animal, molestia se le hacia. Ya que notó la lontananza más grande entre ambos cuando el otro se alejaba, no se lo pensó y fiero comenzó a correr en dirección a la alimaña, fracciones de segundos le costó sacar la espada de doble filo, desenfundándola, sujeto su puño al astil.

-"Tengo prisa"- Aseveró con tono grave, llegando rápidamente frente al otro, ahora, distancia ya rota por la anaconda, apretó empuñadura, impulso tomó... atravesándole espada en abdomen, llegando a salir la punta de ésta por la espalda del varón. No... No se terminaba ahí, su diestra soltó el astil y tomando del cuello al otro comienza la compresión, primer sonido fue el que emitió el quebrar de los huesos del pescuezo, la sangre a borbotones salía, del vientre.

Cuando dejó de compresionar, la diestra volvió a la empuñadura, con ambas manos sujetas arrancó el filo de su espada lentamente, girándola otro tanto en misma herida, colocando de paso, su calzado en mismo abdomen, jalando ahora si la espada completamente hasta darle libertad.

Cuerpo duro tenia el ente, empero era tan duro como su anatomía. Apoyó el filo, la punta, en tierra... soltándola unos instantes, su cuerpo giró en medio de un salto, dándole de lleno la patada en la cabeza, no dejándole caer al recibir el impacto dado, le sostuvo por las telas que cubrían el pecho de aquel, aunque la verdad es que, después de compresionar el cuello ahora echo trizas, no tenía mucho que hacer, sin embargo, se acercó al rostro, mirada irreverente le entregó -"Un abrazo de hermandad"- Agregó serio, pasando sus brazos alrededor del cuerpo del otro, su naturaleza, su fuerza, salió nuevamente y la compresión dislocó , quebró… todo los huesos, columna incluso, dejándole totalmente inerte... como una muñeca de trapo con anatomía demolida. Dejándole caer al suelo cuando le soltó, tomando su espada para guardarla en su funda, sus ojos dorados se clavaron por última vez en el hombre, no dijo nada, sólo emprendió camino a su morada donde al fin podría reposar por unos cuantos días hasta 

que se le antojara salir de caza nuevamente.



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